miércoles, 10 de febrero de 2010

EN BUSCA DE LA TERAPIA MOGADORIANA.


Se lee en el libro Nueve veces el asombro (Alfaguara. 2005), de ARS, que a Mogador desde el mar se la reconoce antes incluso de haber llegado porque es una ciudad que nos toca sobre todos los sentidos. Nadie llega a Mogador por casualidad. Se desea su llegada y se espera el advenimiento del viajero que acude en proyectada búsqueda de sosiego y serenidad de sentimientos.
En cuanto se hace la primera noche sobre la ciudad amurallada comienzan a escucharse sus diálogos reconocidos por el sonámbulo que le murmullan deseos dormidos, mecidos sobre níveas sábanas de pesquisas no dichas, sí sospechadas en sus noches dibujadas en lienzos de infortunios.
El sonámbulo se reinventa y acuña sensaciones desconocidas pero intensamente intuídas y llenas de la angustia que produce el deseo de amar y sentirse amado. Sabe que Mogador será su salvación, su Ítaca.

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