domingo, 17 de febrero de 2019

AMANECERES DOLOROSOS FRENTE AL GRAN AZUL


Hay dolores que se recuerdan como antiguos, como heridas que no acaban de cerrarse, bocas abiertas exhalando oxígeno, nitrógeno y carbónico hasta dejar exhausto a quien suplica seguir viviendo. Seguía con su relato y me contaba que era un dolor cautivo, sin morfina ni remedio, dolor expandido por todo su cuerpo y mente, como células malignas que se adueñan sin existir modo de asesinarlas. Le dije que viviera más para ella, que no hiciera nada siniestro para nadie, que no valía la pena, que nunca las penas valen para nada, que se sintiera satisfecha con lo poco que pudiera, como ya dijo Freud, Dn. Sigmund: el hombre o la mujer insatisfechos de sí mismos no aman. Ni del amor ni de la guerra sale nadie ileso cuando se desprende de forma otoñal, sin saber cómo, lentamente, sin savia que alimente el momento ya amarillento. 
Dicen los poetas árabes que el destino es el vagar de un camello ciego. Cada vez lo creo más vehemente. Nadie elige cuándo nacer, quiénes sus padres o hermanos, incluso ni su lugar en donde vivir...si me apuras. Se es Scherazade en elegantes y furibundas noches de pasión mientras se desgranan ebrias historias de palabras paridas al sopor de húmedas treguas. 
Me escuchó mientras miraba al gran azul. ¿Supo creerme...?