sábado, 25 de septiembre de 2010

PARADOJAS SONÁMBULAS.


El deseo es como un fantasma que viaja de cuerpo en cuerpo completando y dejando incompletas historias de amor y desamor, rompiendo y juntando vidas y más vidas, comenta ARS en su libro En los labios del agua. Aziz y Hawa, y nosotros, y vosotros, y todos Los Sonámbulos que en el mundo hay, dispersos y emparejados, aceptamos el sortilegio del deseo, casualidades imposibles en interiores silenciosos que claman con la mirada y respiran por los poros cutáneos las endorfinas con nombre y apellidos.
El deseo no genera confusión en el Sonámbulo, solo afirmación de lo que de verdad se comprende, como sucedió con Lisa, Yitirana o Iracema. Y se añade: En la espiral del deseo una cosa trae dentro a otra, una puerta se abre sobre otra puerta y el jardín continúa siendo siempre una promesa al fondo del corredor.
Aunque existan adioses definitivos, carencias de lo que se juzgó imprescindible, el olvido de lo que un día se supuso inolvidable, el deseo seguirá volando, pese al dolor, pese al sufrimiento similar al de aquella madre que escribió el epitafio en el cementerio de Deiá al hijo perdido: "Tout passe, tout lasse, tout se casse et tout se remplace". El deseante, sí aspira a reemplazar todo, no una parte, es devoto de su ego cuando se trata de su espacio aterrenal, quiere impregnarse de jazmín hasta sentir la angustia disnéica. En cierta forma desea, también, morir... deseando.

domingo, 19 de septiembre de 2010

LA FRUTA DE LOS SONÁMBULOS.


Comenté hace unas fechas que hablaría del lunar de Jassiba del que habla ARS en su capítulo sobre La Torre de las Granadas por boca de quien tuvo que convertirse en voz para habitar el cuerpo de su amada, y buscar en ella su paraíso, su jardín único y secreto, ¿o fue ARS quien en realidad...?. ¡Qué más da...!. El caso es que él descubrió aquel lunar diminuto reinando en uno de su labios. Ella le confesó que también su abuela, la que fue señora de aquella habitación, la que se declaró ferviente aprendiz de jardinera, poseía uno en el mismo lugar en donde ella lo tenía, y que había sido motivo de poemas de enardecidos enamorados de su cuerpo y de su alma, sin que a ninguno de ellos ella les hubiera otorgado la más mínima esperanza de poder acceder ni a uno ni a la otra.
Sobre una de las mesas vio una escena insólita en papel fotográfico. Era su abuela desnuda junto a Hawa, su mejor amiga. Por ella conoció a su abuelo, Juan Amado, rendidamente enamorado de Hawa pero al que a su abuela arrebató de su pensamiento para hacerlo suyo solamente. Cuando el abuelo falleció, su mujer escribió con seudónimo de hombre, la historia de su vida, el relato de un hombre poseído por sus deseos. Le contó también que de pequeños, la abuela les contaba cuentos bajo un árbol de granados: "Cuando mi abuela contaba una historia hasta el viento se detenía a escucharla. Ella abría un hueco en el viento, como si de pronto un segundo se convirtiera en una fruta madura partida por la mitad, y en ese territorio apetecible nos atrapaba con el sabor de sus palabras. No importaba entonces qué hora fuera. Era la reina del tiempo". Jassiba, en vista del gran interés que le estaba generando la biografía de su abuela le enseñó un cuaderno con una granada pintada en su carátula bajo la cual había escrito: Mis granadas. El jardín de mis caprichos.
Al azar le leyó un par de párrafos que aludían al fruto del que había hecho su tótem. Uno de ellos, según cuenta ARS, dice así: " Es una fruta oasis, jardín cultivado en secreto de una cáscara. Como la intimidad compartida en el cuerpo de quien se ama. Es la fruta de Los Sonámbulos. En ella está la voz de tierra del deseo. Esa voz que sembramos y hacemos crecer en nuestros cuerpos y en aquellos que amamos". Le preguntó quiénes eran Los Sonámbulos, y Jassiba le contó que eran personas que sin saberlo tienen en su cuerpo una cualidad extraña que los hace desear con intensidad absoluta a otras personas de su misma condición. Algo así como una casta secreta con un apetito sensual desmesurado. No una sociedad secreta sino una manera de ser que se hereda y se cultiva.
Hoy, en otro tiempo posible o real, tal vez... Sonámbulos son/somos los que saben de la finitud, de la terrible, desasosegante e inútil nostalgia de un pasado al que nadie le es fiel, de la importancia que la imaginación tiene en nuestra vida real y de la jerarquía que poseen esos hálitos de aire impoluto impregnado de jazmín que hace reaccionar nuestro espíritu sin que los que nos circundan puedan notarlo.

domingo, 12 de septiembre de 2010

ASIGNATURAS POST VERANO.


Nos admirábamos ayer de cómo la naturaleza sigue su curso, ciega de los devaneos y las complicaciones absurdas que los humanos se buscan, o se encuentran, también. Se cansa ya el sol en estos días de seguir iluminándonos, se oculta antes ya, está menos dócil con su monarquía de oro. Su comportamiento nos hace sentir que nos anima a seguirle, a buscar otras tierras en donde su respiración siga amparando nuestras pieles que pronto aquí se entristecerán, permitiéndonos ver lo que a partir de ahora nos costará más poder ver. Seremos más lentos, menos receptivos a lo que verdaderamente importa de nosotros, por, para y junto a nosotros. Nos volveremos hacia nuestro interior: LOOK INTO, escribió un Sonámbulo en su última obra. Quiere que se mire el que mira... oradar en comprenderse, buscarse para verse.
Los Sonámbulos han sido conscientes hace mucho de la importancia que supone saberse ellos, conocerse, aceptarse y llenarse de experiencias propias y ajenas. Esta asignatura es otra más de las que no se enseñan en los colegios, y es la que nos va a permitir vivir y dejar vivir, desear y ser deseado, amar y... seguir amando.

sábado, 4 de septiembre de 2010

LA TORRE DE LAS GRANADAS


Jassiba le enseñó a su sonámbulo el llamado "cuarto de los fantasmas". Él creyó al principio que le había llevado a la torre de los enamorados. Ella le contestó que todas las historias de amor son historias de fantasmas, "estar enamorado es estar poseído por alguien. Cuando una desea, se vuelve como una casa llena de fantasmas". Siguieron avanzando por el ryad y llegaron a una estancia en cuya parte superior de la puerta se veían granadas dibujadas en azulejos. Era la Torre de las granadas. Había libros por todas partes, flores en macetones de cerámica esmaltada y alfombras con motivos florales bordados en ellas. Jassiba le dijo que su abuela, ávida de todo aquello que tuviera que ver con el deseo, era una gran entendida de jardines y jardineros. Añadió que los jardines eran solo un primer paso para el deseo, "admiraba a todos aquellos que vivían sus deseos con tal intensidad que llegaban a mezclarlos con la naturaleza. Le fascinaban los jardines más extravagantes y las historias de cazadores de orquídeas".
Las historias de aquellos libros contenían vidas de personas pasionadas por los jardines, que crearon, dentro y fuera de su imaginación los jardines más bellos que nadie pudiera creer. El padre de Jassiba fue uno de esos jardineros "amateurs" transformados por lecturas de intensidad obsesiva, como bien recoge ARS en Los Jardines secretos de Mogador. Jassiba abrió la ventana en un momento de recogimiento "álmico", y el olor a magnolio, ese olor excesivo, inundó la estancia y les instó, animó... casi obligó a sellar ese momento de la única forma que saben hacer los enamorados. Y en ese momento descubrió él aquel lunar que Jassiba ocultaba, herencia de su abuela y que motivó versos y poemas de poetas de la época.
Otro día hablaremos de aquellos poemas de los que la abuela de Jassiba se sentía tan orgullosa y que solo uno de aquéllos había conocido verdaderamente.