jueves, 26 de noviembre de 2020

NIEBLA


Es la niebla el fenómeno metereológico posiblemente más perfecto que existe para suscitar misterios deseantes, de tal forma que incluso hay intelectuales del nivel del Nobel de Literatura Joseph Brodsky, que llegó a afirmar que esa ciudad para él enigmática y única que es Venecia no sería pisada por él en otra época que no fuera invierno y por supuesto...con niebla. Y es que esta ciudad encerrada en el agua inspira esa soledad indispensable para ser envuelto/envuelta por el o la  amanteamado/a.
A Venecia hay que ir a perderse entre sus calles tras visitar la plaza de San Marcos y su basílica bizantina, el puente de Rialto y del Campo della Pescaria, y más tarde ser menos ortodoxo y buscar esa esencia que nunca perciben los turistas, ávidos de ver todo en ese poco tiempo del que disponen para intentar no confundir una ciudad con otra... Es interesante visitar la Fondazione Querini Stampalia, un palacio del siglo XVI que alberga una muy interesante colección de arte barroco veneciano y rococó y que esconde un jardín majestuoso donde el mármol cohabita con la naturaleza resignada del jardinero que lo cuida, y que está cerca de un maravilloso establecimiento llamado Barena, esa tienda intemporal donde la moda más rabiosa convive perfectamente con el conservadorismo y la elegancia de una clase social que se resiste en cambiar manteniendo legar como herencia sus costumbres de vestimenta a los que le sigan. 
Al Sonámbulo le agrada sin medida visitar el Campo Santa Margherita, una plaza interminable en donde los venecianos van a aprovisionarse de frutas y verduras y en donde los bares de "siempre" no son reformados sino hasta que sus grietas son "avisadas" por la alcaldía. Detenerse y girar en 360º es inevitable hacerlo con quien está en esos instantes siendo uno con su cuerpo, abandonándose a la esencia de una vida que le regala el momento que está viviendo, e inevitablemente ser arropado por esa niebla de la que el Sonámbulo es devoto y que impide a otros ser voyeurs de su arrojo sentimental. Y luego, cerca también es donde degustarán un spritz y un cichetti, (una variante de nuestras tapas), en la Cantine del Vino gia Schiavi o en la Taverna Al Remer, y que ambas nunca serán una exéresis para el visitante episódico. Y recordarán por siempre también aquella pizza deleitada en un ambiente costumbrista de Al Profeta, en la calle Lunga Barnaba, distinta en todo a las que hoy puede comer en uno de tantos restaurantes "italianos" existentes por el mundo, que le modificó ese umami que creían poseer. 
Y resuenan en sus oídos aún el eco de sus pasos por los interminables pasillos de la Fondaco de Tedeschi, un palacio renacentista que remite al pasado comerciante  de la ciudad , a orillas del Gran Canal, o la gran Collezione Peggy Guggenheim en el Palacio Venier del Leoni, que acoge a los mejores artistas plásticos europeos y americanos de mitad del siglo XX: Picasso, Brake, Duchamp, Kandinsky, Dalí, Rothko o Pollock son algunos de los nombres que acogen la bienvenida de esos visitantes anónimos que valoran más unas horas entre ellos que el mismo tiempo en un bar cercano, famoso por haber inventado un cóctel. 
A Venecia siempre se la echa de menos, esa sensación  melancólica de verla prontamente oscurecerse pero no del todo, brumosa ahora, seguro,  y escuchar las voces que dejamos de oir, y saber que continuamos vivos y que en nosotros -a través de nosotros- continúa vivo cuanto estuvo vivo. Echar de menos, siempre, es una forma de entregarse. Por eso y por otros muchos más motivos, Venecia será siempre un lugar al que ir ...en invierno ...y con niebla. 

lunes, 23 de noviembre de 2020

VOLVER


En cada una quería quedarse para siempre, pensar que cuando su tiempo fuera hipotecado  buscaría un huequecito allí para residir frente a ese espacio que le recordara un privilegio ambulante, o al menos regresar para perderse entre sus calles, ser un flaneur , como dicen los parisinos. Rimbaud decía cuando el deseo de un regreso afloraba en su interior que tan solo era un peatón, nada más. Y éso era lo que él pretendía, alguien que constantemente se asombrara de bellezas eternas pero marmóreas, silenciosas para otros y parlantes para él. A París fue a donde, precisamente quiso retornar, al barrio de Passey en donde orden, pragmatismo y serenidad se abrazaban, comer en Prunier, templo decó con su decoración intacta desde 1924, pedir cita para visitar la Maison de Verre, o dejarse aromatizar en la Place Furstenberg donde en primavera, sus cuatro árboles de pawlonia pintan aún el aire de violeta con una delicadeza similar a la que invadía al músico impresionista  Claude Debussy cuando al piano pintaba cuadros de París. Y gozar del barrio de Le Marais en donde se concitan diseño, moda y buen gusto entre sus calles, y que ocultan en el poco conocido para turistas despistados Petit Marais, galerías y anticuarios que son el disfrute de mentes que tan solo desean chiner hasta hallar aquello que no sabían que precisaban para seguir siendo hedonistas convencidos. Y siempre caminando despacio, para que el día se haga más largo, menos vulgar y ocioso, como nunca lo fue cuando sus dedos entrelazaban los de ella, oprimiendo suavemente al descubrir un refugio vanguardista como los existentes en Montparnasse, centro gravitatorio de la bohemia. 
El deseo también es el retorno, alguien diría alguna vez, imagino, desconociendo que con ello quisiera expresar que nuestra mente torna, siempre, constantemente, sin saberlo, a aquellos lugares en donde obtuvo momentos felices, eternos...imborrables.

sábado, 21 de noviembre de 2020

EXTRAVÍOS


Sus miradas se cruzaron con  la curiosidad de haber sido diseñadas tiempos atrás. Ella se alojó en la despreocupación complacida de un silencio desentendido y prosiguió su caminar. Su memoria era en absoluto frágil, y aquella armonía no conjugaba con la humedad obscena e inadecuada que sentía en su secreto físico mejor guardado. Sentía la desnudez propia de quien se siente observada, sin exclusión, y aún así no demoró un instante en detenerse, volver su cabeza y ver su rostro observándole fijamente, traduciendo aquel mensaje que alguien le comentó en el pasado que sería como una oleada de sangre transportada en el viento, y que a partir de entonces todo alimento tendría diferente sabor, sus días más esperanzados, y  sus sueños siempre serían reinterpretados con diferente significado. Ahora solo faltaba que ese alguien le dijera que le invitara a tocar el tiempo con sus manos.