jueves, 26 de noviembre de 2009

LO INVISIBLE.


En Los jardines secretos de Mogador, cuenta ARS, que paseando por el mercado de las especias, se topó con un puesto en el que una mujer vendía plantas provenientes de un jardín invisible. No eran bonitas pero cada una, como ella misma aseveraba, poderosa. ¿Y donde está ese jardín?, preguntó lleno de curiosidad Alberto, a lo que ella respondió:
-El jardín de lo invisible no puede verse con tus ojos. Algunas plantas huelen mal, son feas... pero allá, en el jardín invisible, su olor es bueno y son bellas. Mira ésta- le señala una- es una de las más apreciadas...
-¿Allá?
- Allá y aquí- le respondió- Lo invisible también está entre nosotros... Es como un hilo que nos cruza y nos hace enamorarnos, enfermarnos gravemente o atarnos a algo o alguien.
Imagino a Alberto conversando con ella largamente, comprendiendo de qué está hablando la mujer, viéndolo en sus ojos, sintiéndolo en la pasión comedida con la que desgrana su saber frente al forastero. Él, como nosotros, ha conocido en alguna ocasión esa invisibilidad que impele nuestra indolencia de creernos eternos y sentir latir el deseo en nuestro interior. Más aún cuando ella finaliza su explicación:
Los que se han metido a lo invisible con curiosidad afiebrada no han regresado. No todavía.
Para qué más...

1 comentario:

  1. Desde que leo tu blog he notado que utilizao más el verbo desear y el sustantivo deseo.
    Gracias por recordarme hacerlo.

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