miércoles, 18 de noviembre de 2009

EL JARDÍN DE LAS VOCES.


Habla ARS en uno de sus relatos de un jardinero que rompe con energía todas las plantas que encuentra en su jardín, en el que no hay hojas ni flores. Tan solo existen las que deja como alimento en las pequeñas jaulas de sus grillos. El jardinero sabe qué planta adora comer cada animal diminuto y cuáles hacen que su tono se vuelva más grave o más agudo. Y añade más adelante que "... son muchas las cosas que, además de la comida, pueden modificar el canto de los grillos. Y una de ellas es invisible y poderosa. Es el deseo. El jardinero sabe que algunas jaulas puestas al lado de otras hacen que toda la noche se oigan gritos entusiastas de cortejo. Y sabe que al alejarlas poco a poco un tono hondo de dolor se va apoderando de ese canto. La distancia es una cuerda imaginaria de deseos que él va templando"
(Tomado de Los jardines secretos de Mogador. Alberto Ruy Sánchez.)
Siempre desear modula con insistencia el volumen de llamada de nuestra supervivencia. Desear es siempre la vida misma, la intención de lo que diferencia al inconstante, aquél del que hay que apartarse porque es como el préstamo que hay que devolver. Desear es lo que mantiene al apóstata que busca renunciar lo que no eligió y le fue impuesto.
Confundieron al deseante con el hedonista y todavía no ha salido en el BOE de los sentimientos el resultado a tal dilema.

1 comentario:

  1. Es reconfortante escuchar tus palabras. Me encanta. Me alimentan.

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