domingo, 24 de enero de 2010

MIRADAS NO ESTUDIADAS SUFICIENTEMENTE.

Uno de los capítulos más interesantes del libro Los nombres del aire, de ARS, es el titulado Ardor y desconcierto. Trata de cómo un joven estudiante intentaba adivinar lo que el rostro de Fatma significaba al mirar el mar. Mientras la observaba adivinaba vanamente qué querían decir esos ojos que indagaban el horizonte, esa diminuta arruga circundando sus labios, esa ceja ligeramente levantada...
El orgullo del brillante joven estudiante se desvanecía día a día por la ignorancia que promovía en su interior, invadiendo sus horas de descanso y desobedeciendo a sus maestros que veían como se aparta del camino que ellos le trazaron.
Un día se dirigió al arcón de los libros prohibidos yendo directamente al que había oído era idóneo para sus desdichas, El tratado sobre el amor y los amantes, de Ibn Hazm. Y allí al capítulo sobre Las señas del amor hechas con los ojos. En él se explican los diferentes signos con los que hablan los ojos, lo que significan, su lenguaje sin necesidad de palabras. Fue leyendo ávidamente pero se encontró con la conclusión de Ibn Hazm: "Las demás señas de los ojos no pueden ser pintadas, descritas ni definidas, y se les comprende viéndolas". Él necesitaba saber más pero el autor no le proporcionaba la solución que buscaba. No ver señales en Fatma le llevó a olvidarla. Sin embargo emprendió el trabajo de conocerse y conocer lo que le rodeaba creando sus propias opiniones, que no fueron, por otra parte, bien acogidas, y escribiría poesía e incluso crearía una secta herética llamada Adoradores de la mirada que goza extensiéndose por lo no escrito. Moriría más tarde, condenado por no continuar la doctrina de sus maestros.
Si hubiera sido más minucioso en estudiar a Fatma hubiera podido llegar a escribir el inventario poético de las señas del deseo, de la misma forma que Ibn Hazm lo hizo con las señas del amor.
Cuando el estudiante leyó los libros prohibidos descubría una tradición muy arraigada en la literatura arábigoandaluza, la tradición del adab: del trabajo que es a la vez una narración y un poema, generalmente vividos, en gran parte, por el autor. Ponerse frente a los ojos de Fatma hubiera sido su obligación, así como exigirle que escribiera la anatomía de sus deseos. Sin embargo, cedió a lo volátil y nunca los descubrió, como tantos otros que cuando pasaban por la ventana donde estaba Fatma asomada no comprendían que también sus ensimismamientos se mezclaban con la cal de sus fachadas, con los aires marinos... sin adivinar que su conocimiento se encontraba entre sus deseos, mecidos, acariciados por sonidos todavía sin crear.
Nos obstinamos en ahuyentar la esencia de nuestros actos más primitivos, inopinados las más de las veces, con el significado real del escuchante que recibe el viento, el mar o el río, mares de viento, mares de ríos que no esconden su bravura para consolarnos nuestros insatisfechso deseos de mortales. Los sonámbulos conocemos de estas desdichas porque las vemos a menudo en nuestras realidades rodeantes, fuegos que se intentan esconder pero que queman a quien sueña la sombra de un sueño.
Recuerdo una de las preguntas del libro nerudense:
¿Por qué golpean las olas la roca con tanto entusiasmo perdido?, ¿y no se cansan de repetir su declaración a la arena?.

1 comentario:

  1. ¡Que gran maravilla la mirada!¡Cuantos misterios guarda!Poder comunicarse, hablar con la expresión de los ojos, sin nada mas que decir, iluminando el entorno, contagiando la sonrisa, la alegría de sentirse vivo.

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