miércoles, 6 de enero de 2010

LA HUELLA DEL GRITO.


En La huella del grito, ARS muestra toda su capacidad erotizante en el relato. Habla del diálogo establecido entre Aziz y Hawa. El capítulo titulado: Las calles del cuerpo, comienza de esta manera: Cada vez que acababan de estar juntos, la ciudad se volvía parte de su cuerpo, vínculo material entre ellos, como un inmenso órgano que de golpe les anuda y a cada paso los entreteje. Cuerpo de calles, la ciudad en ellos, calles del cuerpo por donde caminan unidos, uniéndose.
Todo cuanto los seres que se desean existe, lo es en su espacio mental, estancia en donde nadie más puede entrar. Quien no ha sentido tal experiencia desconoce la nimiedad de esas drogas externas que maltratan el organismo del vivo. Las drogas más importantes provienen del interior, de lo que no tiene explicación, de la mirada apasionada sin aclaración ninguna que hace perder la cordura y balancearse entre los brazos, entre los labios, entre cualquier esbozo palpable que apoye el proyecto de amar y sentirse amado, con los cinco sentidos, con los cincuenta si llegaran a tenerse... La intensidad de la vida no merece ser escamoteada por la intransigencia de quienes no entienden la experiencia que proporcionan minutos, segundos de felicidad compartida, ¡so what!...La vida se va siempre por vivirla o por no vivirla... en segundos, en minutos... ¿entonces...?, la elección es obvia, ¿no?. Ellos, los amados/amantes viven lo más hermoso de su existencia solamente para ellos, el acto egoista más pulcro y sincero que pueda llegar a existir.
Aziz y Hawa, como describe magistralmente nuestro escritor mejicano, somos muchos... afortunadamente.

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