sábado, 26 de febrero de 2011

SUEÑOS SONÁMBULOS.



Él la miraba apoyando su espalda sobre la almohada. El sol que entraba por el balcón les había tomado por sorpresa. Medio incorporado del lecho que había compartido contemplaba su sosegado dormir. Se acercó para cerciorarse que estaba... y sí. ¿En qué sueño se encontraba? -se preguntó-¿Estaba en él? -volvió a interrogarse-. Y recordó, en cambio, la realidad de una alcoba amotinada, danzas de asombros y gimiente como el gozne oxidado de una puerta.
-No despiertes aún, no despiertes si no has esquivado los profundos gerundios del amor...
Dice el poeta que si es cierto que los sueños son respuestas a todas las preguntas que estuvimos haciéndonos antes de nacer, la lírica sería la réplica a ese inetrrogante que ha quedado aún sin contestar.
Los Sonámbulos creemos en los sueños. No como creyera Freud, que también se equivocaba... pero sí como consideran los que aseveran que sería muy triste que la mecánica orgánica respondiera automáticamente a los impulsos de una maquinita. Los Sonámbulos vemos las llamadas inquisitorias de nuestras búsquedas en forma de placeres que la vida nos ha puesto delante para ser aprovechados. Unos lo llaman simple hedonismo, otros... vida. La caducidad de nuestra existencia hace que busquemos y busquemos respuestas a preguntas en ocasiones no hechas, pero las más intuídas, con colores, con sonidos, con miradas...
Me contó un halaquí una canción antigua de Mogador que dice:
Muy adentro acogería
lo que no ví que venía
y que me puso a gemir:
hecha fantasma, tu mano:
Date cuenta que no duermo:
dejaste tu huella dentro,
sembraste tu palma en mí.
En Mogador, de Mogador, habla ARS cuando escribe que :
Había un contador de historias enamorado locamente de una jardinera. Era un río de palabras. Agua sonámbula. Era un cuerpo antes, después, ahora.
Érase una vez un río que me llevaba hacia el corazón de mi amada, entrando por sus ojos, entre sus piernas, por su boca, por sus manos abiertas.
Y estaba también por la huella roja que su mano dejó sobre su puerta blanca. Puerta que se abre hacia lo invisible, hacia lo indecible del amor. La mano de fuego.
Los sueños son realmente gritos magnéticos que se asoman a nuestra realidad de una manera sutil, sin ruido, solamente con intuiciones, como los ojos de todas las Fatmas, todas las Hawas que habitan junto a nuestras pieles y liberan sus feromonas cultivadas.

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