jueves, 19 de agosto de 2010

EL PALACIO AZUL

Alonso Páez, según cuenta el embajador español Ruy González en los diarios de su expedición entre 1403 y 1406 en su viaje a Samarkanda (qué bien suenan sus sílabas, ¿verdad?: sa mar can da), y tras una contingencia desagradable que podrán leerlo en Los jardines secretos de Mogador, ve las dunas que rodean los alrededores de Mogador, confundiéndolo con la ciudad de Abatón y su Palacio Azul: una ciudad sin localiación fija, invocada por el deseo y viva para ser deseada. Quienes la buscan abruptamente no la encuentran y los que se autoniegan poder llegar a ella y no quieren arriesgarse a la hipótesis de sentir sin regalo final, la encuentran, la descubren, aprenden a necesitarla y terminan no pudiendo vivir sin ella. Asimismo, según cuentan otros cronistas como Sir Thomas Bulfinch, el olor que llega de la ciudad y de su palacio son aromas que retan y poseen... como no podía ser de otra forma. "Durante varios días dudamos si estábamos vivos o si ése era ya el paraiso".
Ryad, arquitectónicamente imposible, recomiendo leer este capítulo a quien esté en camino de hacerse un espacio para habitar o simplemente decorar con objetos que pueden ser perfecta y razonadamente ilusorios lo que será su abrazo vital en los próximos años. Le ayudará. En cada rincón de donde el aura del habitante se desparrame se creará un jardín de recuerdos, aquellos que surgen del deseo, aquellos que siempre quedarán... como Mogador.

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