sábado, 14 de agosto de 2010

ANDAR.


Dice un proverbio zen: "Anda o siéntate, pero no vaciles".
Fatma solía caminar con paso seguro. Miraba hacia el horizonte con la seguridad de quien sabe que al final del camino está todo. Se sabía observada, deseada, motivo secretante de jugos orgánicos siempre relacionados con el sistema nervioso del humano que la miraba, pero su memoria estaba orientada hacia aquél, el que vendría tras el desierto de agua que bañaba Mogador. Cada día significaba un día menos en la espera angustiante.

ARS creó y recreó en su trilogía del deseo el pensamiento laberíntico de la mujer, la que es amada también, la que no vacila (al menos nunca lo dirá), la que llora en la sombra como dice la canción: " No por dolor, no por tristeza, / no por la antigua soledad:/ porque he olvidado ya tus ojos/ hoy tengo ganas de llorar), la que mira el plenilunio y devora el tiempo hasta que el sueño de la razón cree monstruos, como nos hizo ver Dn. Francisco de Goya y Lucientes.

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