viernes, 18 de diciembre de 2009

FALSO ATARDECER y DESEO.

Cada mes, al mediodía, una bruma púrpura muy tenue llenaba el aire de Mogador. Se veía desde las azoteas como un resplandor rojizo que extrañamente despedían los muros blancos. Todos lo llamaban "el falso atardecer" y no duraba más de quince minutos. Se desvanecía lentamente, como había llegado, latiendo tras el pulso del mar sobre la arena. Cuando entraba en la ciudad se iba untando a todas las cosas, tocándolas casi sin tocarlas, respirando con ellas el mismo aire quieto. Por eso, cuando un amante ostentaba maneras demoradas pero certeras, se le elogiaba diciendo que era "un falso atardecer", "una nube morada" o "una oleada de sangre muy diluida en el viento".
(Tomado de Los nombres del aire, de ARS)

En ocasiones, el deseo se tambalea entre la atracción y la estable sensatez. Pocas veces la veracidad de los sentimientos está tan equilibrada como el agua de un lago, y el ser humano se estremece cuando aparece algo que distorsiona su aparente móvil quietud. ¿Son lo que parecen o parecen lo que son en realidad?. Qué más dá, So what, diría el amigo americano, rebelde y feliz. El deseo oficializa momentos felices y le otorga las medallas al sufrimiento que nunca antes le dieron...

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