domingo, 12 de enero de 2014

MUTACIÓN

Dormir, también es en ocasiones un deseo. Ya no soñar, que siempre lo es. 
Decía un gran poeta que para llamar al sueño la esperanza escucha caracolas; y en ocasiones, ni ese fondo marino silencioso, letárgico, oxidante y paradójicamente mortecino convence al subsconsciente, ese maléfico muñequillo que atosiga al viviente a que su impaciencia prive. No existe ese tácito convenio de paz, de buenas intenciones que establezca un  necesario interruptus entre la vigilia temblorosa unas veces, mutante otras, estable las más. 
Le preguntan al Sonámbulo la solución como si pudiera encontrarse en los mágicos consejos de la teletienda... Siempre la respuesta está en el interior, nunca en la química externa rápida y alienadora que orada la voluntad y le esclaviza. Nunca. La situación es, en cierta forma como la soledad, que como escribió Piedad Bonnett compara al decir: No hay mujer más sola, más tristemente sola, que la que quiere amar a un hombre triste
Hay que conseguir, sí, que ese duermevela (no le llamemos aún insomnio...) sea pacífico, reconfortante, de encuentro con el interior de uno mismo, con esa paz que todos pueden tener y que es imprescindible para aprender a vivir, a echar raíces, a que ese cuerpo y ese alma estén en los ojos que les miran y se interrogan en donde fue el cambio, en el por qué de tal mutación que le hace ser desigual, incluso... encontrado en sí mismo. 

1 comentario:

  1. Magnífico. Me has hecho ver la vida de otra manera, como siempre que te leo.

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