sábado, 8 de mayo de 2010

SUDORES SONÁMBULOS.



Me seduce la delicadeza con la que ARS habla de Fatma en Los nombres del aire (Alfaguara) al contarnos: "Cuántas veces, sentada en su ventana, dejaba deslizar sus dedos sobre sus labios, lentamente, de tal manera que ella misma ya no sabía si su dedo venía de un lado o de otro, porque más bien parecía recorrer profundidades, provocar la erupción de sentidos nocturnos, la humedad acelerada de su aliento. El aire del mar que tomaba en la ventana era las manos que suavemente la iba tocando por dentro. Erguida iba llenando sus pulmones, abandonándose al aire para sentir su progresiva presión desde adentro. Al mismo tiempo, dejaba caer sus dedos sobre su garganta, pintaba sobre su cuello alargadas caricias que descendían hasta hacerse ligeramente redondas al encontrar el nacimiento de sus senos: que ya le ofrecían premiar dulces demoras en la dureza de sus cimas."
Todo lo que nuestros ademanes expresan son el interior de lo que somos. Es inevitable. Mejor aún: no debe ser evitable. Convivimos realmente pocos años con nosotros mismos para prostituir nuestra propia esencia con titubeantes dibujos mentales hilbanados con nieblas. Somos lo que somos, y no resulta aconsejable detenernos a la mitad de un suspiro. Tal vez por ello, a los sonámbulos, se nos mira con cierta curiosidad por parte de quienes viven siempre pendientes de los pensamientos de los demás... ¿En qué piensas...?- interrogan. Es una geometría implacable la de ellos, los otros, lastimera y lastimante por el daño que infringen a sabiendas.
Fatma, como la calificó Octavio Paz, es el lenguaje inventado de atmósferas insólitas. Yo añadiría que es la hipótesis del mundo que muchos ansiamos y que hacemos nuestro cuando por unos ojos se siente alguien buscado o dos pieles se intercambian sudores.

1 comentario:

  1. Por mucho que nos ocultemos nos dejamos ver, ¿no crees?

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