sábado, 22 de mayo de 2010

JARDÍN DE PIEDRAS.

Los sonámbulos somos seres de lo mínimo. Valoramos lo que sabemos nos conmoverá, una nube cambiante, un gesto, una sensación. Ignoramos conscientemente lo que para otros son vínculos vitales necesarios, armados de cotidianeidad e inveterado acto de comunión con la moda del día. Nosotros sabemos cómo no somos y nos gusta ser de esta forma. Un menú no es un banquete, como deshojar la rosa y comprobar la inserción de sus pétalos, visualizar sus estambres y pistilos no descubre su sencilla majestad perfumada, y ni incluso saber la fórmula del agua puede saciar nuestra sed... Nos conocemos hasta cuando nos miramos en los espejos, reflejos de accesos hacia necias artificialidades de guetos para novatos sin destino. Somos. Y éso nos basta...
Hoy he releído Los jardines secretos de Mogador, de ARS, y estoy valorando crear el jardín de piedras al viento del que habla Alberto:
" Es un jardín muy pequeño: ocupa tan solo la azotea de una de las casas que dan sobre la muralla de Mogador, muy cerca del Bastión de la Sqala, que es donde el viento golpea con más fuerza. Un hombre que fue jardinero del rey, ya retirado, decidió hacer un jardín en su casa, un jardín de piedras.
Eligió piedras bellísimas del río, que no son comunes en Mogador, de un tamaño que es igual al de una mano grande extendida. Las perforó por el centro y en cada una incrustó una varilla de metal delgada como el dedo de una niña. Cada varilla, de sesenta centímetros de largo aproximadamente, con su piedra en la punta, fue sembrada en el techo de su casa y expuesta al viento.
La distancia entre cada piedra es suficiente para que el viento las mueva y se golpeen unas contra otras, produciendo una música extraña. Es como un campo de flores frágiles, movidas por el viento. Y como en Mogador, lo único que no falta son vientos, las flores se mueven noche y día. Eso sí, cantan diferente según el viento que las empuja, la humedad del día, la sal que hay en el aire o la fuerza del sol que todo lo detiene.
Es extraña la sensación que emana de este jardín: una fragilidad de flor en un material que sabemos rudo. Una calma que despierta el deseo de seguir contemplándolo.
- Me encanta oir mi jardín- me dice el jardinero retirado que ha sembrado y cuidado más plantas que nadie en el reino...
Le pregunto si extraña sus jardines reales.
-Hasta el rey me envidiaría mi jardín de piedras al viento. Es el más bello que pueda existir en la tierra.

Como él, quiero montarme al viento con mis sueños y crear lo inesperado en tu cuerpo. ¿Imaginas que yo sembrara en tí una pasión que resuene cuando me acerco?. "

¿Sabrá ARS que yo reuno piedras de las tierras por las que paso...?. Me parece estar llevándome sensaciones vívidas y vividas por quienes las habitaron antes y me permiten compartirlas conmigo...
Definitivamente voy a hacer el jardín de piedras. Vivo alto, sonarán sus recuerdos mientras las oigo, me ayudarán a detener el olvido, conservar lo que la vida me enseña.



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