Comprendo a quien dijo que sufría de basorexia, mientras decía contemplar lo que en un día se llamó amor y luego fue detritus, hongos venenosos, reservorios de sueños como huesos antepasados corroídos por las termitas.
Me contó recordar hacer el amor con quien fue su deseo, llegando al éxtasis, confusión de los sentidos o sinestesia simulada a la placidez amniótica de quien reside en el interior de la mujer. Qué placidez, qué sosiego y calma abrazada a abandono. Sin ser dramático, ausentándose a la suerte del perdedor que recobra las mediocres rutinas transformadas con el tiempo a vulgares reflexiones de libro de autoayuda.
¡Que alegría encontrarte de nuevo!
ResponderEliminarEn ocasiones es saludable detenerse y absorber aromas que se creyó ya inexistentes.
EliminarProbablemente deba dejar como está esta orilla del camino para dejar paso a otra más pragmática aunque menos atractiva. Lo estoy pensando. Gracias a todos los que me leisteis.
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