Una vez más me reafirmo en mi desconocimiento del interior femenino, de su lo que llaman alma, póngale Uds. el nombre que deseen. Y no es solamente su forma de pensar, su psique, su forma de contactar entre ellas.. Son únicas. Cada una es diferente y todas son semejantes, pero jamás iguales. Nunca sufren si se exceden en los placeres del amor. Más aún, en ellas el amor no tiene excesos y es una de las mayores ventajas que nos llevan las hembras a los débiles varones, ya exhaustos tras el grito del que habla ARS cuando habla de cómo ella lanzaba hacia atrás la cabeza tensando como un arco la espalda, abriendo un hueco luminoso entre la cama y su cuerpo. Y sigue hablando de sus manos apretadas, sus dientes tensos, su dolorosa alegría.
La mujer abre sus compuertas de fantasmas cuando se propone que el deseado inverne en sus entrañas más prohibidas y con su reservado derecho de admisión se adentre en esa oscuridad que solo se conoce a tientas.
Probablemente haya influido en esta forma de expresarme la lectura antigua ya del libro de Dr. De Fleury, Manual de Higiene. En él también se habla de mujeres como George Sand, sensata donde las hubo, mientras lo fue...obviamente.
No es momento ni lugar para una tesis sobre la mujer en este espacio, me quedo con que los hombres a los que nos agrada aprender de las mujeres en todos los sentidos y con todos los sentidos, agradecemos a la biología que nos acompañara muchos años.