martes, 22 de junio de 2021

A MODO DE TRATADO ITINERANTE


Me contó que usaba la modestia como coraza para protegerse, que fingía desconocer lo que mejor sabía. Entre una vanidad que cualquiera puede ejercitar y usar, y una falsa modestia, elige la segunda, me aconsejó. Pongamos que es como el azúcar... La sal es lo contrario: hacer creer que sabe hasta lo que desconoce en su totalidad. Su forma de protegerse es la arrogancia.

Conoce a fondo la sal y el azúcar. Es la mejor forma de saber cómo y cuándo utilizarlas. La una es muy concreta, mientras que la segunda es en exceso abstracta. Una manera de saber cómo no dañar y dejar un buen sabor es comenzar con la sal y finalizar con el azúcar. 

Lo salado siempre deja satisfecho a quien lo utiliza con mesura, abre los sentidos, prepara el terreno, mientras que el azúcar ayuda a creer en la fantasía, a indemnizar a quien se ha esforzado en llega hasta lo más deseado, y aprovechar esa falsa debilidad para llegar a las más profundas simas del placer, a la desmesura, a lo que más se implora en acceder...sin duda. El dulce, en cambio, hace olvidar lo perentorio, por tanto, incluso lúgubre y nos acerca y reconcilia con la parte divina de la vida.

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