lunes, 22 de octubre de 2018

LO VIO Y LO SINTIÓ.


Le dijo: Tu ropa cuelga como una ausencia. Le entendí. 
De la misma forma que entiendo que hay espejos que son expertos en apariciones, en verdades ocultadas por el suave terciopelo de un cortinaje teatral, hay ropas que hablan por sí solas por cómo cuelgan, por cómo se retuercen o languidecen en el armario de las sensaciones, unas veces esquinadas, otras esperando ser protagonista, las más esperando ser poseídas por cuerpos que luego las usarán para abrazar o ahuyentar, hablando por sí solas porque el cuerpo solo es, en cierto modo, visible.  Es su desnudez la que después cifrará sus endorfinas para hablar con el lenguaje del deseo, del gozo nunca del todo satisfecho, siempre apasionado porque sin esto último nada llega a ser ni siquiera vulgar.

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