viernes, 10 de agosto de 2018

EL ABANICO DE NUESTRAS ESPERANZAS



La llamaban loca por estar todas las tardes tras su ventana esperándolo aparecer. Se reían a escondidas de su desdicha sin apreciar que su constante confianza debería dar, según ella, resultado algún día. Mientras tanto su jornada era entretenida imaginando cómo sería, qué altura tendría, si sus brazos podrían alzarla a los cuatro vientos sin dejarla caer o poseería esa ternura característica de los que ofrendan sus mejores momentos a esa espiritualidad que tanto agradan a las almas sensibles. Y todos los días, cuando el sol besaba el horizonte, pensaba que sería mañana el día esperado, aunque la noche la comparase a un inmenso carbón y que las estrellas fueran deseos insatisfechos de ser luz iluminante para seres reflejantes de fuego mortecino. 
El tiempo le había hecho ser experta en saber cuántos hay que saben lo que otros deben hacer con las vidas ajenas y no con la suya propia... Pero ella soñaba sus sueños, los que nadie conocía y que se despertaba con su amado a su lado, acariciándose como lo harían Romeo y Julieta, Abelardo y Eloísa o cualquiera otra pareja mítica. 
Tristeza y alegría no tienen por qué ser antagónicos pensaba, solo hay que saber encontrarles su relación: ha de conseguirse que el tiempo sea nuestro enemigo a la vez que aliado... 
¿Cierra el tiempo el abanico de nuestras esperanzas?

2 comentarios:

  1. Posiblemente esa esperanza daba sentido a su vida . Sería muy triste vivir sin esperanzas , el tiempo no debería cerrarlas . Si no nos arriesgamos a tenerlas nos convertimos en personas que se niegan el asombro ante lo extraordinario porque la realidad les ha devorado .

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  2. También yo creo que la esperanza es el motor de la vida, a cualquier nivel, esperanza de esperar que algo buena pueda venir a nosotros. Y sí, también estoy con la persona anterior acerca de que la realidad devora insolentemente en ocasiones ese atisbo de deseo que genera la vida.

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