lunes, 20 de agosto de 2018

FUE SIENDO, APRENDER ES


Escribía el gran poeta Juan Gelman que en ocasiones se cohabita con un oscuro animal, y que posiblemente todos llevamos en nuestro interior, inconscientes de sus llamadas de penitente sufridor, alimentándose de murmullos que son la esencia de un oleaje de sentimientos vagantes y contradictorios esperando llegar a ese Mogador que un día pisamos y se introdujo como una anguila en nuestro débil cuerpo de humano yaciente. Aquel paraíso construido por la imaginación era lo que se ansiaba, sentenciando horas de tules y aromas fácilmente reconocibles, oyendo el agua de las fuentes y los susurros de las mujeres del servicio venciendo su ignorancia percibiendo entelequias. Y de allí al sopor del sueño reparador. Y recuerda la frágil memoria seres inanimados como náufragos esparcidos por la arena dormida, simulando un cementerio de anclas oxidadas por haber vivido mucho y llegado al cansancio de una vida que apenas merece ser ya complacida.

¿Qué puedo hacer ahora con mi vida?- me preguntó  alguien: 
Sería recomendable que buscaras entre los maltrechos límites del amor, de la vida y de las piedras todo aquello que falleció contigo, y arrojarlo a la basura del desconcierto. Nada vale si no tiene sentido, si no se sueña ni se desea con la vehemencia de sentirse querido por uno mismo. Hay que amarse, respetarse por encima de cualquier otra valía. Más tarde llegarán las caricias de pómulos carmesíes de la tarde, soltar amarras, deshacer los nudos, las maromas y dejarse llevar por el viento del sur. 

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