domingo, 7 de junio de 2015

OBSOLESCENCIA MÍNIMAMENTE PROGRAMADA.


Le aconsejé que era más productivo aprender a vivir con algunos recuerdos imborrables que tratar de olvidarlos. Producía más dolor engañarse que destilarlo hasta que todo él hubiera salido... Dice un proverbio oriental que si te subes a un tigre no bajarás cuando tú quieras, sino cuando quiera el tigre...
Amar, sí, está muy desprestigiado. Casi tanto como creer a quienes dicen que vienen a salvarnos. Sin embargo, yo creo aún en los primeros, en los que cuentan con el recurso de caminar solos, de vaciar su alma de desesperanza y llenarla de ternura y con-venir. No me gusta la palabra porvenir, prefiero que el venir sea con, que no por. Me da más seguridad.

De vez en cuando es bueno pararse y mirar hacia atrás, sentir lo que se abandonó por lo que se espera conseguir. Los platillos de la balanza siempre están dispuestos a sentir el equilibrio inestable del humano que se desplaza por las elásticas calles en continua búsqueda de él mismo... Es terapéutico frenar entonces la arritmia de nuestro interesado movimiento y digitalizarlo para concebirlo nuevamente absorto.
Dice un maestro de zen llamado Ho-Shan, que lo verdaderamente auténtico solamente se consigue al desprenderse de lo falso. Lo genuino, lo puro, tiende a no ser excesivamente publicitado, se esconde de  la imitación, proviene de una producción esencialmente controlada que no permite su desolado abandono.  ¿Dónde se encontró?, ¿fue en el obligado retiro de otra, obsoleta ya, masa corpórea forme que le dio un cobijo accidental, fue en una escombrera sentimental, en un afterhours o escondido por quien sí mismo fuera su dueño accidental de todo lo aparente, ficticio o adulterado...?, ¿fue rescatado de su eliminación obsolescentemente programada por una sociedad que se autoconsume...?. Puede ser.

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