He olvidado ya donde leí que los encuentros, incluso los más frecuentes, son improbables. Es complicado que dos o más humanos se encuentren, sientan lo mismo, sean lágrimas gemelas en búsqueda continua y continuada, naveguen en paralelo para que el santo grial de lo que fuere tenga cuatro, diez, veinte mil asideros que lo hagan un poquito suyo a cada uno.
Por eso, cuando sucede, que puede suceder... (léase con sensación de ligera duda, leve suspìcacia, incluso incredulidad), la explosión de momentos felices semejan ser de literatura low cost, de cierta extravagancia que realmente no es más que una singularidad extremadamente sofisticada creada para seres extraplanetarios, cronopios cortazarianos, consejeros de lo que serán pronto o tarde, recuerdos con los que habrá que aprender a vivir en lugar de intentar anular lo imborrable, porque siempre resetear la vida deja huellas de pies que nunca caminaron con uno mismo.
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