domingo, 16 de febrero de 2014

ESCUCHAR-RECORDAR

Hoy suena una vieja grabación de música gnawa en mi reproductor de sensaciones, rumores y configuraciones mentales en forma de imaginación deseante. Y recuerdo cuando descubrí estas vibraciones desconocidamente distintas a las conocidas que sin apreciarlo en toda su magnitud transformaban mis pensamientos hacia lo que me rodeaba. Miraba el cielo exageradamente tapizado de estrellas en aquel desierto del que tantas veces había oído  con calificativos huperbólicos que no entendía... hasta entonces. Oía cómo la música gemía, gritaba incluso, ¿o tal vez respiraba  tan hondo que mis oídos tardaron en comprender...?. 
Más tarde acerté a saber cómo se despiertan sonidos bajo los dedos de quien desea y siente la orientación de los caminos para perderse y encontrarse con voluntad de hacerlo. Aquellos ecos del gambri corporal se introdujeron en mi interior con la tensión propia de la sangre cuando llega al corazón, o al cerebro, o a la parte de nuestra anatomía que palpita, que habla por nosotros mismos, sin palabras, con hechos, formando parte ya de una biografía eterna... Creo, estoy seguro, que aún no me he repuesto de lo que no sé qué sucedió. 
Por ello, ahora, en la acompañante soledad de mi interior musical regreso a aquello que leí de no sé quién:  Lo que une dos momentos es el tiempo que se detiene juntos. Y es cierto. Hoy, ahora, estoy plásticamente absorto en mitad de aquel desierto que nadie vio por mí, que nadie me calificó, que nadie me robó. Pertenece a mí... Y es que más vale vivir con recuerdos imborrables que tratar de olvidarlos.

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