domingo, 10 de abril de 2011

EL PRIMER JARDÍN SECRETO DE MOGADOR.



Cuenta ARS que fue en una tiendecita de venta de jena en donde comenzó su búsqueda de los jardines secretos de la ciudad. La fachada estaba decorada con platos esmaltados de múltiples colores que reforzaban el sol cuando sobre ellos acometía su mirada. Y luego, en las cestas y bandejas colocadas fuera se colocaban olores, colores y formas acabadas todas ellas en cumbres donde los hombres y mujeres que por allí pasaban adquirían el clavo, el azafrán, el cardamomo, las hojas de los vientos, las flores de un día, las pimientas, el chile... Fue el primer jardín que descubrió y que otros hemos admirado por ser tan distintos a los que veíamos en nuestras tierras. La harina verde muy clara y espesa que las mujeres compraban midiendo sus deseos con una cuchara de plata que hundían en el polvo como oradando la sospecha de un buen augurio si la compraban. Aquel jardín de olores mezclados y vueltos a mezclar eran figuras vivas de ambiciones que escondían la promesa de paraisos por revelar, posibilidades ciertas que la muchos humanos desprecian por no ser guiados por otros. Cada uno de aquellos estímulos olfativos o visuales nos llevaría a un recuerdo, a un segundo que fue vida eterna y del que ya jamás se postergaría.

Volví a mirar la pared de la tiendecita, caminé unos pasos atrás y recabé de nuevo en aquellos platos de barro esmaltado, de geometrías posibles, colgados sobre una pared pintada también de dibujos etéreos, policromada también... Eran jardines sobre jardines, incitaciones a seguir con aquella búsqueda que ARS comenzó por deseo de Jassiba: deseos... los que todos los sonámbulos asumismos a diario.

La alegría de aquel descubrimiento me recordó una frase del maestro Pirsing: El único zen que encuentras en las cumbres de las montañas, es el zen que llevaste a ellas.

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