Ver atardecer, contemplar la promesa sin nostalgia es uno de los placeres con los que Mogador obsequia al visitante. Apoyarse en su muralla todavía caliente por las caricias que los rayos del sol otorgó a quienes buscan para hallar, descansan para continuar, callan para poder hablar...
Desde siempre, los que hacen buen uso de su inteligencia, viven como quieren, ni bien ni mal, intentando nunca dañar escipionamente, solo acompañar a los buenos pensamientos, los que nunca traicionan.
Descender a la vida es el misterio de la casta de Los sonámbulos, conocer que de ella no se sobrevive, motivo último para disfrutar de ella un tiempo verosímil, nunca virtual.
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