viernes, 5 de junio de 2020

FRONTERAS



Leí no sé donde que el cuerpo guarda sin saberlo la huella de los deseos cumplidos, y también quizá los que no se cumplieron y de los que ya jamás podrán cumplirse. Y es que siempre existe lo irremediable, que por muchos recuerdos que brillan sobre la mesa, los del cuerpo son más indelebles para el humano, aunque ignore que los del espíritu siempre regresan a esta frágil memoria con la que nos vamos moviendo a diario, óxido, sangre coagulada, cementerio de musgos suturando las llagas de piedras sombrías... 
¡Cómo ignorar aquella mirada, aquel susurro, aquel roce labial que cambió pensamientos y futuros...!. Nadie es más fuerte que el amado, nadie un combate decide tan impávido. Se deja llevar, conducir por caminos ignotos, siente que se cavan abismos o alcanzan cúspides sin rendirse frente a su bisoñez que creía ya superada. 

Nunca reconocí bien el por qué me gustaban las habitaciones de los hoteles. Posiblemente porque en esos obtusos escenarios siempre existe un remanente de enmascaramientos que son escuchados por el vecino, o porque las sombras con las que pernocta el viajero le defenderá de esos intrusos que transfieren inquina al hospedado. Más que nunca la vida se vuelve allí provisional y por lo cual intensa, ávida, apócrifamente feliz (¿o debiera decir feliciosa...?).  Próxima a aquel hotel de Nápoles existe una capilla, la de Paolo di Sangro, príncipe de Sansevero, donde una mujer yacente de alabastro dialoga en secreto con quienes la visitan de tal forma que atrapa misteriosamente... Observarla y sentir, no obstante,  esa privación que debe poseer ante la mirada de los visitantes me congratula con nuestra condición de no ser estatua, de sentir el roce de los cuerpos y de poder dar un paso a esa alcoba a tientas intransitada y compartir ansiedades, escuchar la habitación de al lado...o que escuchen la mía...

2 comentarios:

  1. Cierto, las habitaciones de los hoteles son auténticas islas en medio de océanos por los que se cruzan barcos inhabitados.

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  2. Estoy de acuerdo. Tienen su misterio, ¿su morbo...?

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