domingo, 14 de abril de 2019

FUE LA GARÚA


Fue una tarde de garúa, como allí se denomina a una lluvia muy fina que puede dar la impresión de que es inexistente y que las gotas están suspendidas en el aire, un escenario propicio para rememorar la gestión de simulacros, como es la vivida verdad: breve como la fraudulenta desnudez de la carne en esta sociedad que la desea y la insulta para a oscuras extraviarse por sus placenteros y sinuosos caminos cutáneos. Las noches, las tardes, las mañanas, son inconstantes... desocupan el espacio que a tientas buscan los amadosamantes, lanzando preguntas a un aire corrupto de sensaciones que tardarán en marchitarse, insistiendo en esa interinidad de manifiesto continuo que es la vida inconstante. 
La memoria de quien sufre Alzheimer es la menos beligerante. Lo creo. Es indolora, eficaz hasta hacerse tan liviana, sin dogmas ni predicciones, que cada día es único y trascendente, con la mirada irreverente hacia un inexistente futuro del que no recordará el  embadurnado resto de los fluidos amatorios del día anterior, el reflejo fiel en la retina del amanteamado de todo un universo de futuribles que nunca serán. Todo, al fin, para desear que cada momento sea único, el que prevalezca por encima de todo y que la dulzura sea más que un sabor, un sonido que se oiga de continuo.

1 comentario:

  1. Tus posts son para reflexionar mucho tiempo... Gracias

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