jueves, 7 de diciembre de 2017

DE UNA ARQUITECTURA INCIERTA



En ocasiones es la letárgica memoria la que impide ser veloz con las decisiones, como si esperara al big data y sus algoritmos para evidenciar aquello que debe ser y no lo que pudiera ser. Es la complicidad de la rutina meciéndonos lo que impide hallar los resabios de impotencia, valores adquiridos, satánicas experiencias que acompañan a esas convicciones que el humano porta consigo hasta hacerlas mortecinas, como esa luces de neón que en silencio de la noche titilan y sonorizan soledades impuestas o revenidas.
Pudiera ser aquel viaje a Samarcanda que nunca hizo o el libro que nunca abrió lo que protagonizó su gemido en la autobúsqueda. Me pidió ayuda, que estaba dejando de sindromizarse y que sus zozobras eran cada vez más espaciadas en el tiempo. Nadie ocupa dos veces un idéntico tramo de su vida. Es inútil regresar a cualquier soportal del palacio de Brukenthal, o a un paseo por el Central Park; ya sólo son restos de un naufragio que mitifica un extenuante reconstructor del lugar en donde hubo antes un asedio taciturno, material incandescente del deseo siempre imperante devorando desamparos.

1 comentario:

  1. Siempre hay cadáveres que respiran demasiado alto.

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