sábado, 2 de julio de 2016

NYET SPASIVO



Existe la creencia por parte de algunos humanos de que la infelicidad es una forma de ingratitud, un abuso de hospitalidad al mundo... Es posible que sea cierto, como también lo es lo estrictamente contrario. El mundo de las posibilidades anda en cierta forma tatuado por el deseo de que se conviertan en veraces tales afirmaciones, y en ello interviene muy directamente la voluntad del humano. 
Tiendo a pensar en momentos, nunca en eternidades uniformes. Es la forma menos endeble de que los sentimientos no desaparezcan como caducos y se conviertan en basiliscos voraces que desmientan los dependes, igual de endebles que los muchos o los pocos, que ellos también dependen. 
Realmente, la inteligencia es emocionante. No contar con ella, no hacerla útil, aun sin ser declarado incapaz por la sanidad pública desordena a seres que se ven limitados a ver pasar los minutos en búsqueda de, por ejemplo hoy,  pubs aburguesados como broma mordaz de la versión fílmica de un 1947, por ejemplo... Una austeridad falsa impregnada de todos los detalles de una mise en scene. Y es que cuando proliferan las nimiedades, desesperan sin complejo de inferioridad, como esos cuerpos llenos de citas, y que no todas son de Platón... precisamente.

3 comentarios:

  1. Comprendo lo que dices y estoy contigo en que la inteligencia no se adquiere ni recibe con similar proporción. Y es lamentable aceptar que es preferible a un vil que a un tonto... dicho esto sin herir, más aún cuando, como dices no la circunscribo a la pura enfermedad. Aquellos que no ven más allá de su nariz... y más en asuntos de sentimientos, ¡qué peligrosos son!. ¿No crees que hay que huir de ellos cuanto antes?

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  2. Tristemente, hay tanta inteligencia en barbecho que cuando sientes deseo por alguien piensas en que sea breve el momento...

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  3. Esencialmente los carpe diems son la esencia de lo que buscamos y no damos importancia cuando los vemos, estoy de acuerdo.

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