domingo, 31 de enero de 2010

EL HAMMAM ETERNO.


Hace relativamente poco que el occidental ha descubierto el poder del baño compartido para proporcionar bálsamo al cuerpo y a lo que es más importante, al espíritu. Decora su espacio con aromas, música y candelas eléctricas o céreas parpadeantes. Quiere detener el tiempo, regresar al seno de donde vino.
Los sonámbulos conocen de las virtudes que el agua posee. Recuerdan lo que sucede en los hammam de Mogador, cita de mujeres por la mañana y de hombres por las tardes, lugar emblemático para que el gineceo matutino comparta dudas y misterios, propósitos y astucias para conseguir sus objetivos.
Ninguna de las tres religiones mayoritarias en Mogador ha logrado extender sus prohibiciones hasta los hammam. Dentro de sus muros ninguna frase del Corán, del Talmud o de la Biblia puede ser pronunciada, mucho menos escrita y se supone que ni pensada, recuerda ARS en Los nombres del aire (Alfaguara 2004). Y añade: Las mujeres se cuidan de entrar siempre con el pie derecho y salir con el izquierdo, como si tan sólo fuera un paso fuera dado entre la entrada y la salida: así sitúan al hammam fuera del espacio y del tiempo. La ley del hammam es la purificación total del cuerpo, del que se busca extraer toda la tristeza porque es dañina, y ejercitarlo en el placer que revitaliza.
Cuando el deseo es repetido y por lo tanto, planificado, tanto el cuerpo como el espíritu han de ir livianos, esperando receptar y donar sin límites, desertando de los tabúes que en otrora se tuvieran. Es por ello que los hammam son tan pertinentes para los ¿más amados que amantes o más amantes que amados...?, amantesamados, que sus aguas teñidas de esencias se inhalen hasta ser compartidos con su amadoamante.
Ellas comparten más cómodamente su secreto de deseo, lo comunican más diáfanamente que el hombre, menos cómplice de su propio destino que ignora en manos de ella y excluye de su poder de asir sus deseos cuando no es sonámbulo. Cuando lo es, camina sin pudor de morir en el intento porque su muerte es su vida, tal vez momentánea y eterna, posiblemente ajena a cualquier otro designio que perpetuara su memoria, y siempre instructiva a sus propios ojos yacentes por el instante de existencia que se brindó.

sábado, 30 de enero de 2010

EL TACTO DESEANTE.


También creo yo, ARS, que el tacto es la forma más íntima de demostrarle al otro que realmente se le ama. Ésa es la tesis de La mano del fuego (Alfaguara 2007).
Sentirse uno es la constante del cincuenta por ciento de los dos, pocas veces la totalidad de las cuatro cuartas partes. Aunque cuando se consigue ese ciento por ciento, y la mayoría lo consigue durante un tiempo en algún tiempo hasta un cierto tiempo e incluso toda la vida, todo sobra para seguir viviendo. Sentirse uno es siempre causado por el tacto. Existen, según afirmamos los de nuestra casta, diferentes tipos de tacto que fagocitan a los otros sentidos, desviviéndoles para vivir él. Existe el tacto visual, el más instantáneo, que penetra sin permiso en los misterios de quien se comienza a amar. También se habla del tacto auditivo, que se comparte de las maneras más insospechadas para dejar ardiente recuerdo de lo que se desea perpetuar con un solo sonido, plástica reminiscencia... como el móvil tintineo de las cañas que suenan por el viento en el exterior. Algunos afortunados sienten el tacto olfativo, que vertebra al recuerdo hasta hacerle sangrar virtualmente de puro gozo, acariciando internamente sus receptores nerviosos y dejarle imposibilitada para tomar iniciativas imprudentes. Y, por supuesto, el tacto principal, el gustativo, producido por nuestras labios al besar, primer bosquejo fiel del ritual al que se ha estado esperando. Tras él, ambos se teñirán con la tinaka del deseo cada vez que sus corazones se oigan llegar, se intuyan cabalgar aceleradamente, envenenados una vez más por el deseo creciente hasta hacerse orgánico, señal inequívoca de pensamientos vergonzosamente íntimos.

martes, 26 de enero de 2010

CURRICULUM VITAE.


Los sonámbulos se caracterizan por poseer los mismos "estigmas" que tiene la juventud pero con su envoltorio algo usado, no por estrenar. Curiosos, idealistas, algo soberbios y endiosados, incrustados en la creencia de que nada pasa sino que permanece, antiheráclitos profundos, se instalan en el descrédito profundo hacia quienes ven el tiempo que ya no tienen, no el que sí cuentan ese día, esa hora, ese instante ...
Cuando les preguntan si sienten la nostalgia, no suelen contestar... salvo que se acompañe de una cierta ironía. No suelen mirar hacia atrás mientras caminan, porque tan solo les puede acarrear tropiezos y caídas. Los sonámbulos miran al horizonte, tensándolo y participando de él con la pasión de quienes le acompañan, y sienten ese despertar de los sentidos con la misma intensidad de quienes acaban de nacer y pugnan por inhalar sus primeras moléculas de oxígeno y anhídrido carbónico.
El sonambulismo entiende que vive de planteamientos ajenos a la realidad dentro de la propia realidad, despreciando, sí, a quienes engañan al futuro de una sociedad que no ha rogado tener a líderes sociales, políticos, económicos o de cualquier otro tipo, cuyo único fin en sus vidas es arruinar los deseos de los demás.
Los sonámbulos reivindican los tequieros y los quebienpasolavidacontigo por encima de cualquier otra circunstancia conviviente. Odian esa gloria póstuma que siempre se da cuando ya no hay vida...

domingo, 24 de enero de 2010

MIRADAS NO ESTUDIADAS SUFICIENTEMENTE.

Uno de los capítulos más interesantes del libro Los nombres del aire, de ARS, es el titulado Ardor y desconcierto. Trata de cómo un joven estudiante intentaba adivinar lo que el rostro de Fatma significaba al mirar el mar. Mientras la observaba adivinaba vanamente qué querían decir esos ojos que indagaban el horizonte, esa diminuta arruga circundando sus labios, esa ceja ligeramente levantada...
El orgullo del brillante joven estudiante se desvanecía día a día por la ignorancia que promovía en su interior, invadiendo sus horas de descanso y desobedeciendo a sus maestros que veían como se aparta del camino que ellos le trazaron.
Un día se dirigió al arcón de los libros prohibidos yendo directamente al que había oído era idóneo para sus desdichas, El tratado sobre el amor y los amantes, de Ibn Hazm. Y allí al capítulo sobre Las señas del amor hechas con los ojos. En él se explican los diferentes signos con los que hablan los ojos, lo que significan, su lenguaje sin necesidad de palabras. Fue leyendo ávidamente pero se encontró con la conclusión de Ibn Hazm: "Las demás señas de los ojos no pueden ser pintadas, descritas ni definidas, y se les comprende viéndolas". Él necesitaba saber más pero el autor no le proporcionaba la solución que buscaba. No ver señales en Fatma le llevó a olvidarla. Sin embargo emprendió el trabajo de conocerse y conocer lo que le rodeaba creando sus propias opiniones, que no fueron, por otra parte, bien acogidas, y escribiría poesía e incluso crearía una secta herética llamada Adoradores de la mirada que goza extensiéndose por lo no escrito. Moriría más tarde, condenado por no continuar la doctrina de sus maestros.
Si hubiera sido más minucioso en estudiar a Fatma hubiera podido llegar a escribir el inventario poético de las señas del deseo, de la misma forma que Ibn Hazm lo hizo con las señas del amor.
Cuando el estudiante leyó los libros prohibidos descubría una tradición muy arraigada en la literatura arábigoandaluza, la tradición del adab: del trabajo que es a la vez una narración y un poema, generalmente vividos, en gran parte, por el autor. Ponerse frente a los ojos de Fatma hubiera sido su obligación, así como exigirle que escribiera la anatomía de sus deseos. Sin embargo, cedió a lo volátil y nunca los descubrió, como tantos otros que cuando pasaban por la ventana donde estaba Fatma asomada no comprendían que también sus ensimismamientos se mezclaban con la cal de sus fachadas, con los aires marinos... sin adivinar que su conocimiento se encontraba entre sus deseos, mecidos, acariciados por sonidos todavía sin crear.
Nos obstinamos en ahuyentar la esencia de nuestros actos más primitivos, inopinados las más de las veces, con el significado real del escuchante que recibe el viento, el mar o el río, mares de viento, mares de ríos que no esconden su bravura para consolarnos nuestros insatisfechso deseos de mortales. Los sonámbulos conocemos de estas desdichas porque las vemos a menudo en nuestras realidades rodeantes, fuegos que se intentan esconder pero que queman a quien sueña la sombra de un sueño.
Recuerdo una de las preguntas del libro nerudense:
¿Por qué golpean las olas la roca con tanto entusiasmo perdido?, ¿y no se cansan de repetir su declaración a la arena?.

sábado, 23 de enero de 2010

MEMORIA Y GRILLOS.



En Mogador, según cuenta ARS (Los jardines secretos de Mogador) que cuentan sus lugareños, hubo un barrio chino donde había jardines interiores hechos de piedras y no de plantas. Tales piedras eran traídas de lugares remotos a donde se iba por seda y especias. En invierno se cubrían de musgo rojizo que se multiplicaba con inusitada rapidez, diciéndose entonces que crecían con la humedad hasta tocar el cielo. En él también existía un jardín de grillos cuyo jardinero los alimentaba de plantas diferentes para conseguir, según él, voces de distinta tonalidad. Contaba también que son muchas las cosas que, además de la comida, pueden modificar el canto de los grillos. Una de ellas, invisible y poderosa, es el deseo. Conocía que la distancia modificaba el canto (al igual que sucede con los seres humanos) de tal forma que parecía estar templando la cuerda de una guitarra según acercara o alejase al insecto de su congénere deseado.
El deseo es la permanencia de un espacio, un paisaje, un sentido dentro de una vida, como los microescenarios ilegíblemente bellos y defensibles que relataba el poeta Henri Michaux, que también visitó Mogador.
Pienso que peor que perder la memoria debe ser que el pasado se olvide de uno... Es por ello que las frustraciones del alma impiden recordar con dulzura lo que tan solo habitó en un corazón, no en dos... Y así nunca será cuando se vaya a Mogador: cuando paseen por las noches empedradas de las calles de la ciudad del viento escucharán las voces de los grillos, suspirantes y taciturnos en busca de ese aliento, esa sombra de deseo que les permita sellar una vida, una memoria...

domingo, 17 de enero de 2010

DESEOS CONOCIDOS.

Recoge ARS en La mano de fuego, una cita de Sei Shonagon, escritora china del siglo X:
"Y la noche se me fue entre las manos como tus besos en mi boca. Nada termina, nada comienza cuando el deseo enciende su llama".
Usa ARS este preámbulo para hablar en tal capítulo (Torbellino) de lo imprescindible que es el escuchar al otro, al amado, si de verdad le importa. Solo así sabrá qué es lo que le gusta o le disgusta, lo que le apasiona o le deprime. Posiblemente el escritor halla recurrido a la esencia del libro de la escritora oriental, El libro de la almohada, para mantener su sabio consejo.
En cualquier acercamiento es imprescindible el conocimiento, el calor que entiende de condimentos y aleja aquella soledad sin descanso de la que hablaba el gran Federico en el Romance del Emplazado.
La cercanía del conocimiento disgrega la ignorancia que la mente no intuye pero que está ahí, esperante y acechante, como la vihuela fértil al cante blanco de la voz plateada del cantor cuando se siente sabio y anuncia a los cuatro vientos sus momentos de felicidad encontrada.
Si el ser humano fuera capaz de pensar más en su interior que en las falsedades que le acompaña encontraría antes lo que vaga buscando toda la vida perdido entre matorrales de sinsabores y flores martirizadas.

miércoles, 13 de enero de 2010

APRENDER DURANTE TODA UNA VIDA.


En El paraiso en una caja, de Los jardines secretos de Mogador, cuenta ARS de un jardinero que acabó siendo ceniza por haber querido concretar en una caja toda la esencia de las plantas que guardaba el jardín de su rey a las que taló y arrancó. Se dice que, de esa ambición jardinera, nació el arte de la taracea, el arte de la madera incrustada que luego se difundió por todo el mundo desde Mogador, donde la artesanía de la madera se puede ver a cada paso. Sin embargo, otros afirman que al cabo de varios meses de haber sido convertido el jardinero en cenizas, de ellas nació una tuia, de las que rodean la ciudad por el noroeste y anclaron a las dunas que antes invadían la ciudad por los fuertes vientos que la azotan.
Sigue contando ARS, que al salir de Mogador por el camino de tierra que lleva al puerto de El-Jadida (la antigua Mazagán) se tiene la impresión de navegar en un mar verde. Los árboles bajo la tuia permiten ver las copas brillantes como una ondulación que, con el viento, parece nunca estar quieta. Dicen que ese viento es el espíritu de aquel jardinero perfecto, preso en la imperfección natural de ese bosque y queriendo escapar.
Cuanta más experiencia atesoramos más ambicionamos la simplificación, y en ocasiones invadimos la sensatez que mantuvo serenos nuestros pasos. Entendemos que la futilidad de nuestras repetitivas acciones de búsqueda es la estéril muestra de cómo somos en realidad: seres en continua búsqueda. Los años establecen el criterio magnánimo de apreciar lo sencillo como la muestra de lo más complicado, como los cuadros pintados por Picasso en su última etapa y que cuya explicación pictórica era respondida por él como la necesidad de haber debido aprender a pintar durante toda una vida como un niño...

sábado, 9 de enero de 2010

EL CALEIDOSCOPIO.

Comienza ARS su libro En los labios del agua con el relato en primera persona de quien se ve inmerso en la necesidad de contar una historia que le atenaza el alma. Se lo pide Maimuna desde la profundidad de un deseo... intercontinental. Y observando la multitud que rodeaba en la Plaza del Caracol mogadoriana al halaiquí contar sus historias decidió poner en orden sus pensamientos y darle a conocer la geografía de sus deseos. Supo que tras aquella tarde todo iba a cambiar para él.
Escribe: La vida, y especialmente la vida de las pasiones, es como un caleidoscopio. Alguien mueve los espejos y somos otros en los afectos de todos los que nos rodean. Entonces ya nada puede ser contado de la misma manera. Servirá de poco ser siempre uno mismo. Vivimos dentro de un juego de cristales que constantemente alguien gira. El sentido de las cosas se transforma a cada instante. Estamos siempre como peces flotando en el humor cambiante de los demás: vivimos en cabezas intranquilas. Dormimos en los sueños de quienes nos odian o nos desean. Y todo cambia noche a noche en los silencios oscuros que nos unen.
Cierta es la comparación caleidoscópica, elemento esencial en la vida de un sonámbulo que se precie (al que hay que regalar, nunca permitir que se lo compre él mismo. Lo estará esperando toda la vida...). Cada cierto tiempo, mejor más frecuentemente que tarde, el sonámbulo se lleva al ojo ese tubo que encierra tres espejitos que crean un prisma triangular con su parte refrectante hacia el interior. El físico David Brewster lo creó en 1.816 y desde entonces acompaña a sueños obtusos, vidas alámbricas y sobre todo a deseos instantáneamente satisfechos en la mente de los sonámbulos. En cierta forma son una brújula espiritual que les sitúa en su escenario, el etéreamente real, el que no puede controlar en toda su extensión porque admite resignado que pertenece a lo que no tiene dueño ni esclavo.

jueves, 7 de enero de 2010

MAGO DEL ALMA.


En Los nombres del aire, ARS, dice: Cuentan los marinos que, al llegar a Mogador por la noche la sienten como una ciudad de voces que resuenan, y sus murallas son como los labios que amplifican y modulan su canto. Sobre cada una de las seiscientas sesenta y seis torres que tiene la muralla, un dragón hueco de piedra, que gira con el viento como veleta, recibe los ruidos de la ciudad por un embudo entre las piernas traseras, y los lanza por las fauces transformados en complicado canto arabesco que, dicen, hace llorar d eemoción a quienes por primera vez lo escuchan.
El viento habla palabras que nuestro inconcluso inconsciente vomita a traición, sin delimitar cuánto puede dañar, o a quienes va a desazonar. Sin embargo, también para estos males existen tratamientos preventivos, como para los amores fou o las digestiones pesadas. Tan solo hay que encontrar al mago idóneo, licenciado en brujería del alma, sabedor de espíritus indómitos y amores a los que se ha estado esperando una eternidad...

miércoles, 6 de enero de 2010

LA HUELLA DEL GRITO.


En La huella del grito, ARS muestra toda su capacidad erotizante en el relato. Habla del diálogo establecido entre Aziz y Hawa. El capítulo titulado: Las calles del cuerpo, comienza de esta manera: Cada vez que acababan de estar juntos, la ciudad se volvía parte de su cuerpo, vínculo material entre ellos, como un inmenso órgano que de golpe les anuda y a cada paso los entreteje. Cuerpo de calles, la ciudad en ellos, calles del cuerpo por donde caminan unidos, uniéndose.
Todo cuanto los seres que se desean existe, lo es en su espacio mental, estancia en donde nadie más puede entrar. Quien no ha sentido tal experiencia desconoce la nimiedad de esas drogas externas que maltratan el organismo del vivo. Las drogas más importantes provienen del interior, de lo que no tiene explicación, de la mirada apasionada sin aclaración ninguna que hace perder la cordura y balancearse entre los brazos, entre los labios, entre cualquier esbozo palpable que apoye el proyecto de amar y sentirse amado, con los cinco sentidos, con los cincuenta si llegaran a tenerse... La intensidad de la vida no merece ser escamoteada por la intransigencia de quienes no entienden la experiencia que proporcionan minutos, segundos de felicidad compartida, ¡so what!...La vida se va siempre por vivirla o por no vivirla... en segundos, en minutos... ¿entonces...?, la elección es obvia, ¿no?. Ellos, los amados/amantes viven lo más hermoso de su existencia solamente para ellos, el acto egoista más pulcro y sincero que pueda llegar a existir.
Aziz y Hawa, como describe magistralmente nuestro escritor mejicano, somos muchos... afortunadamente.

martes, 5 de enero de 2010

CRECER DESDE DENTRO.


Me contaron un cuento que decía así:
Una mujer estaba sentada al borde del camino, cerca de la entrada a la ciudad. Un viajero se le acercó y le preguntó:
-Dígame, buena mujer... ¿cómo es esta ciudad?.
-¿Cómo es la ciudad de donde viene?- le preguntó ella.
-No es demasiado interesante. Es una ciudad, más bien triste, con gente desagradable. Ayer decidí marcharme y busco un lugar mejor.
-Lo siento mucho -le contestó la mujer-. Esta ciudad donde entrará es idéntica a la suya.
El viajero se fue cabizbajo.
Después de un tiempo, un nuevo viajero se acercó a la mujer y le hizo la misma pregunta:
-¿Cómo es esta ciudad, señora?.
-¿Cómo es la ciudad de donde viene?. - le preguntó la mujer.
-¡Ah...! es una buena ciudad y muy interesante. Allí encontré buenos amigos y desarrollé grandes proyectos. Es una ciudad excelente para vivir. Sin embargo, me fui para conocer lugares nuevos y así seguir aprendiendo.
-¡Está usted de enhorabuena, señor!- le contestó la mujer-. Esta ciudad es idéntica a la suya.
Todo lo que nos importa, todo lo que deseamos, la mayor parte de las veces, camina con nosotros, en nuestro interior, sin hacernos sentir que está ahí. Las llamamos ilusiones, proyectos o simplemente sensaciones. Lo desesperante es que tengan que desaparecer para sentir que las necesitábamos.
Viajar, cambiar de hábitos, ayuda a conocernos, a aprender de nuestras carencias y a crecer dentro, muy dentro de nosotros...

domingo, 3 de enero de 2010

ERA EN MOGADOR LA HORA EN QUE LOS AMANTES DESPIERTAN.


El jardín de los vientos es otro jardín secreto de Mogador. El relato que ARS nos hace en su libro comienza con el título del post. Y prosigue: Los nueve vientos de la mañana los envuelve, como a todo y a todos, en otra forma de oscuridad, prolongación invisible de la noche. Y en ese lento río de vientos trenzados bañan de nuevo sus deseos. Ahí, detenidos en el tiempo, hasta sin moverse se tocan.
Cuenta el halaquí todo lo que los vientos en Mogador llevan. (Otro día lo contaré más a fondo. Merece hacerse.) Los vientos siempre hablan al y del interior, extraen siempre lo peor que el ser humano lleva dentro, sus pesadillas, sus frustraciones... nunca sus deseos. El Atlántico es sabio también en vientos. Dicen los pescadores que los buenos marinos se han bautizado en sus aguas, sufriendo, maldiciendo haber nacido, hasta que se sienten uno con Neptuno y sus huestes, hasta que le exigen pactar con su lenguaje monocorde y temperamental.
Así debiera ser el contacto con la amada, huidizo y brusco, salvaje hasta que se doblega el amante ante ella o ella ante el amado. Ya son uno...ya son un mismo quejido en la noche que acuna a las cigarras que musican su sudor.

sábado, 2 de enero de 2010

SONÁMBULO ALBERTO.


Otro Alberto amigo mío es pintor, un gran pintor, expresionista abstracto, ciudadano del mundo y también sonámbulo. Otro ser que se hace preguntas y vaga buscándolas entre colores y lienzos, papeles y pinceles, formas e imposibles... Hubiera sido un excelente compañero del Pablo del Libro de las preguntas:
¿Y quién salió a vivir por mí cuando dormía o enfermaba?, ¿Qué bandera se desplegó allí donde no me olvidaron?, ¿Y qué importancia tengo yo en el tribunal del olvido? o ¿En qué idioma cae la lluvia sobre las ciudades dolorosas?...
Es de aquellas personas que no hace falta tratar mucho para saber que siempre será un ser reflexivamente vivo, que ejercerá como tal y que con sus silencios fomentará las amistades separadas. Seguro que si se lo encuentran un día paseando por cualquier sitio lo conocerán, comunica vitalidad, evita el desinterés y la indiferencia con la que otros viven.
Se llama Alberto Carrera Blecua.

viernes, 1 de enero de 2010

MOGADOR, CIUDAD DEL DESEO.

Dicen que la ciudad de Mogador no existe, que la llevamos dentro, escribe ARS en Nueve veces el asombro. Más tarde añade: pero otros dicen que sí existe y que, justamente, la llevamos dentro.
Cierto. Todos somos "prisioneros" de vivencias pasadas. Algunas, ni las sentimos como vividas... y realmente lo son, para bien o para mal. Conforman nuestra personalidad y nos preparan para otras vivencias futuras en las que aquéllas se repetirán, porque todo es cíclico. Otras nos represalían por cómo nos comportamos. Por eso y por muchas cosas más, Mogador es el destino de quienes se buscan y no se reconocen en el espejo, aquél que tienen que ver roto en mil pedazos para adivinar su verdad, la de ellos mismos.
Alberto se extrañó cuando le conté que la ciudad del deseo era el destino al que yo enviaba a seres que debían seguir siendo éso mismo: seres (plural de ser...), y que el único requisito que les exigía era haber leído alguno de sus libros mogadorianos. Pronto lo comprendió.