Dicen que la ciudad de Mogador no existe, que la llevamos dentro, escribe ARS en Nueve veces el asombro. Más tarde añade: pero otros dicen que sí existe y que, justamente, la llevamos dentro.
Cierto. Todos somos "prisioneros" de vivencias pasadas. Algunas, ni las sentimos como vividas... y realmente lo son, para bien o para mal. Conforman nuestra personalidad y nos preparan para otras vivencias futuras en las que aquéllas se repetirán, porque todo es cíclico. Otras nos represalían por cómo nos comportamos. Por eso y por muchas cosas más, Mogador es el destino de quienes se buscan y no se reconocen en el espejo, aquél que tienen que ver roto en mil pedazos para adivinar su verdad, la de ellos mismos.
Alberto se extrañó cuando le conté que la ciudad del deseo era el destino al que yo enviaba a seres que debían seguir siendo éso mismo: seres (plural de ser...), y que el único requisito que les exigía era haber leído alguno de sus libros mogadorianos. Pronto lo comprendió.
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