domingo, 30 de mayo de 2010

DESEOS CONCÉNTRICOS.

Dicen que los mogadorianos hacen el amor pensando que recorren las calles de su ciudad, que como sabéis son concéntricas. Y nunca es igual un paseo concéntrico, siempre posee algo que le hace saltar a otro círculo en una parte distinta del mismo, dependiendo de la presión del día, la luz que les rodea o el sonido que los mece... siempre hay algo que sorprende a los amantes porque siempre la sorpresa amorosa está en la naturaleza de la espiral y el deseo que alimenta el vacío interior, sosegado y desentendido de las perturbaciones de otros, en otros lugares que no son Mogador.
Me contaba el escritor, que la ciudad le hablaba mientras imaginaba, y que su silencio sonoro le era imprescindible para modelar sus deseos, hacerlos creibles, reales, primero para él mismo, luego para otros, sonámbulos como él. Y cuando más tarde otros habitamos la ciudad del deseo pensando que, fuera por intuición o por instinto, nos debíamos autoexigir lo que a otros nos les exigiríamos jamás, encontramos ... sentimientos; porque ahora, por fin, las emociones pensaban y las razones sentían, que todos éramos al fín la misma cara y cruz de nosotros mismos, espejo de dos caras en esa heredad única del cerebro que es cada corazón. Comprendimos, por fin, que intentar calmar los deseos mediante la posesión, como mantuvieron los clásicos, era tratar de apagar un fuego echando paja. Porque los deseos son insaciables y que lo que los adormece se adquiere en el fondo del alma, y que no hay nadie que no sienta más deseos que necesidades, ni más necesidades que satisfacciones... De ahí la impaciencia que descuartiza y anula.
Mogador es el shangri la de muchos destinos concéntricos que no han sabidopodido dar el salto a esa mirada cruzada como los arcos de una bóveda y como en postrer diálogo interno se dejan seducir por donde nada está de paso y todo se dispone para estar, donde a Fatma se la ve en cada mirada, en cada sonrisa cautiva, en cada inspiración de sus noches ajazminadas. El amante busca meterse en su sueño, ser su cautivo una noche más, claudicar a su deseo para no olvidarla y seguir deseando al nacer el alba.

miércoles, 26 de mayo de 2010

ARCILLA POR MODELAR.



Dijo hace años un existencialista que la angustia es el temor de lo que se desea, de lo que todavía no se posee. Tal vez, añado yo, también de lo que se tuvo y se fue. Igual esencia pero distintos componentes para el aroma del desconcierto.

Únicamente por el continuado esfuerzo de resistir a lo gregariamente entendido como formal se levantan los pesados estores de la duermevela, apartando definitivamente las prevenciones personales, las torpezas del autodesconocimiento y de la alucinada percepción. Un día llega lo que hace vivir, el amor, no buscado, tan solo encontrado, y con él la verdad y la fe de un destino común, porque el destino es una ruta que se recorre paso a paso, una meta que se intuye que se encuentra allá, tras aquella colina, al volver el recodo del camino, pero que se persigue. Es como el tao de los orientales, una continua búsqueda de la perfección.

Freud le dijo una vez a su discípulo Erikson que la capacidad de amar es el hito que marca la plena madurez, la que limita el dar y el recibir, la que vuelve la mirada a uno mismo, prescribiéndose la necesaria dosis de satisfacción... que cada humano necesitamos, aunque no se admita inconscientemente. Es como el sol, que cada día se hace más el distraído negándose a ocultar con la docilidad de hace tan solo unos meses...

Leí una vez que el ser humano es un sentimiento fallido y desencantado porque conoce de antemano su incapacidad para sostener a lo largo de su vida un mismo sentimiento. No sé, posiblemente sea así. No estoy seguro de admitirlo. De lo que sí lo estoy, es de que puede ser un perfecto hacedor de sus propios deseos, aquellos que pueden menguar su vida si no los lleva a cabo, con esfuerzo siempre, en ocasiones con dolor...
En Mogador se habla de las telas de la memoria, que son cuadradas y pequeñas como servilletas. Miden, según cuenta ARS, dos palmas de mano por cada lado. Por eso, como una forma de hospitalidad y cortesía, les dicen a sus visitantes que "la Historia está en sus manos". Hay profesiones en las que la historia también está en sus manos, como esas telas. Una es la del alfarero. Modela el barro con tal fuerza, pero con tal dulzura, que nada ni nadie podrá nunca apearle de la nube que él ha creado para vivir de y con su amor... Su dolor es a la vez su felicidad de nuevas figuras, estructuras inanimadas, informes todavía entre sus pensamientos esperando comenzar a andar de nuevo, en compañía, sin dolor, con esperanza.

sábado, 22 de mayo de 2010

JARDÍN DE PIEDRAS.

Los sonámbulos somos seres de lo mínimo. Valoramos lo que sabemos nos conmoverá, una nube cambiante, un gesto, una sensación. Ignoramos conscientemente lo que para otros son vínculos vitales necesarios, armados de cotidianeidad e inveterado acto de comunión con la moda del día. Nosotros sabemos cómo no somos y nos gusta ser de esta forma. Un menú no es un banquete, como deshojar la rosa y comprobar la inserción de sus pétalos, visualizar sus estambres y pistilos no descubre su sencilla majestad perfumada, y ni incluso saber la fórmula del agua puede saciar nuestra sed... Nos conocemos hasta cuando nos miramos en los espejos, reflejos de accesos hacia necias artificialidades de guetos para novatos sin destino. Somos. Y éso nos basta...
Hoy he releído Los jardines secretos de Mogador, de ARS, y estoy valorando crear el jardín de piedras al viento del que habla Alberto:
" Es un jardín muy pequeño: ocupa tan solo la azotea de una de las casas que dan sobre la muralla de Mogador, muy cerca del Bastión de la Sqala, que es donde el viento golpea con más fuerza. Un hombre que fue jardinero del rey, ya retirado, decidió hacer un jardín en su casa, un jardín de piedras.
Eligió piedras bellísimas del río, que no son comunes en Mogador, de un tamaño que es igual al de una mano grande extendida. Las perforó por el centro y en cada una incrustó una varilla de metal delgada como el dedo de una niña. Cada varilla, de sesenta centímetros de largo aproximadamente, con su piedra en la punta, fue sembrada en el techo de su casa y expuesta al viento.
La distancia entre cada piedra es suficiente para que el viento las mueva y se golpeen unas contra otras, produciendo una música extraña. Es como un campo de flores frágiles, movidas por el viento. Y como en Mogador, lo único que no falta son vientos, las flores se mueven noche y día. Eso sí, cantan diferente según el viento que las empuja, la humedad del día, la sal que hay en el aire o la fuerza del sol que todo lo detiene.
Es extraña la sensación que emana de este jardín: una fragilidad de flor en un material que sabemos rudo. Una calma que despierta el deseo de seguir contemplándolo.
- Me encanta oir mi jardín- me dice el jardinero retirado que ha sembrado y cuidado más plantas que nadie en el reino...
Le pregunto si extraña sus jardines reales.
-Hasta el rey me envidiaría mi jardín de piedras al viento. Es el más bello que pueda existir en la tierra.

Como él, quiero montarme al viento con mis sueños y crear lo inesperado en tu cuerpo. ¿Imaginas que yo sembrara en tí una pasión que resuene cuando me acerco?. "

¿Sabrá ARS que yo reuno piedras de las tierras por las que paso...?. Me parece estar llevándome sensaciones vívidas y vividas por quienes las habitaron antes y me permiten compartirlas conmigo...
Definitivamente voy a hacer el jardín de piedras. Vivo alto, sonarán sus recuerdos mientras las oigo, me ayudarán a detener el olvido, conservar lo que la vida me enseña.



domingo, 16 de mayo de 2010

TIEMPO MOGADORIANO



En Nueve veces el acombro, ARS nos acerca la realidad de que en Mogador, el tiempo, y no el metereológico, tiene un significado diferente: "... nos permite encontrar ancianos muy infantiles y bebés muy sabios; amantes minuciosos que logran acariciar profunda y efectivamente a cuerpos enteros en un parpadeo y besos que duran toda la vida de los enamorados".
Se comprende así que esta pequeña ciudad acunada por el Atlántico sea reclamo para todo aquel que desea alargar su dicha, mecer sus pensamientos o recrearse con su regalada vida.
Posiblemente haber amado ciega la visión, limita la experiencia, y empuja a la insularidad del alma, a buscar la soledad para vivir más su yo. Algunos dirían que se crean figuras regresivas de un protector útero materno para sobrevivir. Posiblemente... ¿y por qué no?, ¿por qué mediatizar constantemente a quien desea modelar su propia vida... ?, ¿por qué arriesgar a la frustración a quien únicamente, ÚNICAMENTE, desea ser él/ella...?. Realmente sabe que nadie puede ser enteramente una isla, siempre se es un pedazo del continente, una parte del todo.
Los sonámbulos huyen siempre, denodadamente, de hacer zapping con la vida, con su vida. No renuncian a compartir la calidez y las caricias de los eternos instantes que Essauria les concede cuando se alimentan de su breve, siempre, estancia.
Desde el momento en que sus pies contactan con sus límites territoriales, un calambre de poseidad recorre sus anatomías, saben que ella sabe que han vuelto, que necesitaban regresar a quien les arrulló su sufrimiento y sus más íntimos... deseos.

jueves, 13 de mayo de 2010

LUZ Y NADA.


Las noches en Mogador son especialmente estrelladas. Iluminan con tanta potencia que parecen tener vida propia, cuando en el fondo, hace tiempo que ya no la tienen. Se les fue el foco que las iluminaba, se prescindió de su intensidad. En cierta forma, vagan en busca de su esencia, solitarias por el cosmos sin saber qué persiguen realmente, porque fue tan intensa la luz que recibieron que temieron mirar atrás, recelaron quemarse, convertirse en estatua salina, como la mujer de Lot. Prefierieron que les sintieran antes que sentir... Lo reflexionaba en similares términos el lunes una gran persona, excepcional artista de la nada, Ricardo Calero, mientras nos enseñaba su obra, la exprimía para unos cuantos afortunados que sabe valoramos su filosofía existencial. Juntos interiorizamos su autoexigencias, sus filias y también su alguna fobia. Llegó un instante en que me fue imposible materializar nada... Y solamente me despertó la luz al cabo de un tiempo. Y comencé a caminar despacio, silente... nos confesó.
Y es que el individuo ha de hacerse habitable desde dentro, existente desde dentro, asumible desde dentro, nunca desde fuera, que es lo transitorio, artificial ... tal vez por éso no me agradan demasiado las estrellas terrestres. Me recuerda lo que de ella misma dijo la gran Greta Garbo: "Para seguir siendo yo, tuve que dejar de ser Greta Garbo".
Saben los que me conocen que recomiendo con frecuencia viajar, partir lejos... o cerca, pero partir. Partir tiene más de una acepción, y otra diferente, aunque igual, paradojas del destino, es la que sugiere romper con la situación que nos envuelve, ahoga, envilece y tortura. También es terapéutico ser solo uno con uno mismo, ocasionalmente, periódicamente, aunque no sea demasiado bien visto... Tal vez porque independencia e inteligencia se coaligan fácilmente.

domingo, 9 de mayo de 2010

LA VIDA AHORA.

Conozco muchas personas que han vivido demasiado con su cabeza y muy poco con sus sentidos. De ahí que rara vez han vivido su ahora, y siempre se han situado en extremo en el pasado (complaciéndose de antiguos triunfos o sintiéndose culpables de viejas derrotas), o pensando en el futuro (anticipándose a alegrías bastante poco factibles o calamidades todavía en el aire). Desgraciadamente, aquel ahora, exigen que sea el de hoy... y es imposible. Ya pasó. Y provoca dolor...
Una vida ha de contar con una cantidad nada despreciable de sentimientos, sensaciones, amor e intuición, éso que nunca se valora en la nómina de fin de mes pero sí cotiza al alza en la Bolsa de la vida.
Me agrada, sin embargo, que son muchos ya los que despiertan de la hibernación de su alma y de los fríos límites de la razón, en las inmediaciones de su voluntad. La superficie de su piel cubierta con trillones de reacciones bioquímicas a las que llamamos sensaciones reacciona a la llamada de su yo interior, el que no se amortigua sino que se torna calmo y trascendente, para él, por supuesto, en primer lugar, y para los demás, si lo quieren, después.

sábado, 8 de mayo de 2010

SUDORES SONÁMBULOS.



Me seduce la delicadeza con la que ARS habla de Fatma en Los nombres del aire (Alfaguara) al contarnos: "Cuántas veces, sentada en su ventana, dejaba deslizar sus dedos sobre sus labios, lentamente, de tal manera que ella misma ya no sabía si su dedo venía de un lado o de otro, porque más bien parecía recorrer profundidades, provocar la erupción de sentidos nocturnos, la humedad acelerada de su aliento. El aire del mar que tomaba en la ventana era las manos que suavemente la iba tocando por dentro. Erguida iba llenando sus pulmones, abandonándose al aire para sentir su progresiva presión desde adentro. Al mismo tiempo, dejaba caer sus dedos sobre su garganta, pintaba sobre su cuello alargadas caricias que descendían hasta hacerse ligeramente redondas al encontrar el nacimiento de sus senos: que ya le ofrecían premiar dulces demoras en la dureza de sus cimas."
Todo lo que nuestros ademanes expresan son el interior de lo que somos. Es inevitable. Mejor aún: no debe ser evitable. Convivimos realmente pocos años con nosotros mismos para prostituir nuestra propia esencia con titubeantes dibujos mentales hilbanados con nieblas. Somos lo que somos, y no resulta aconsejable detenernos a la mitad de un suspiro. Tal vez por ello, a los sonámbulos, se nos mira con cierta curiosidad por parte de quienes viven siempre pendientes de los pensamientos de los demás... ¿En qué piensas...?- interrogan. Es una geometría implacable la de ellos, los otros, lastimera y lastimante por el daño que infringen a sabiendas.
Fatma, como la calificó Octavio Paz, es el lenguaje inventado de atmósferas insólitas. Yo añadiría que es la hipótesis del mundo que muchos ansiamos y que hacemos nuestro cuando por unos ojos se siente alguien buscado o dos pieles se intercambian sudores.

viernes, 7 de mayo de 2010

CAMBIAR


Es evidente que el ser humano no nace hecho y derecho... Nace de una posibilidad y se dirige hacia innumerables posibilidades. Las más de las veces ni se las imagina pero el destino le envuelve, le conduce, y en ocasiones, le trastorna para que ame más su verdadera posibilidad.
Cuesta desviar la mirada al camino que le han dispuesto, que no el que se debiera haber trazado, que no le han planteado la interrogante... posible. Se le cree inmaduro, frágil para no optar a renuncias que no son frustraciones sino ortopedias personales de un fututo no deseable.
El bailarín de la vida que todos llevamos dentro gesticula a través de millares de gestos ensayados con anterioridad, pero no dejará de ser inexperto hasta que deje de notarse la impronta de su maestro. Para bailar de veras el baile de la vida, debe asumirse cada movimiento desde dentro, sentirse que le mueve solamente su deseo, pragmático sí, pero deseo imperativo, insomne... sonámbulo... que brote desde la más primitiva neurona de su homínido cerebro.
Cualquiera somos la intrincada consecuencia de una continuidad interrumpida en innumerables ocasiones... porque queremos... porque las circunstancias lo aconsejan... porque el deseo de mantener unos minutos más ese atardecer nos pide que nos detengamos... porque el calor de esa mano o la humedad de esos labios es más fuerte que el horario del AVE de nuestra ruta por vivir.
El sonámbulo se dijo un día: Cuando me miran tus ojos, ¿qué será lo que ven?. Cuando los míos no te miran, te ven todavía más...


sábado, 1 de mayo de 2010

ZEN Y SONAMBULISMO MOGADORIANO.

Sentirse dentro de algo/alguien, fundirse en la materia con la intensidad de quien desea resulta ser el abandono más perfecto de quien va en busca de su propia perfección interior. El zen ayuda a sentir este tipo de sensaciones, y éso permite cambiar el modo de observar la vida, la hace más suya, menos problemática con uno mismo, reduce todo a lo mínimo, a lo que de verdad importa...
El zen aconseja abandonar nuestras opiniones, ver y encontrar a través del conocimiento. Precisamente de ello habla ARS en un capítulo de Los jardines secretos de Mogador, de cuando observa a su amada durmiendo en la cama, de cuando una parte de su cuerpo le recuerda a la manzana de la que habla Henri Michaux cuando visitó Mogador.
Los sonámbulos son grandes observadores. Disfrutan viendo. Se acercan a esas unicidades que en nada son lo que parecen, que son lo que ellos sienten, como la manzana de Michaux y su deseo de estar en sus adentros, como el cuerpo de su amada, al que desea orgánicamente, conscientemente.
Para acceder al conocimiento se precisa primero tomar consciencia de nuestros sentimientos negativos, que son oscuridades que nos mantienen tensionados, falseando lo que nos rodea, confundiendo nuestros sentidos. Hemos de convencernos que tales sentimientos están sólo en nosotros, no en la realidad circundante: la pared con la que nos golpeamos no siente dolor, la tormenta que me acompañó ayer en mi regreso no se siente ofendida...Y aún más, tales sentimientos negativos no forman parte de nuestro yo verdadero, sino del yo social, ése que creen que somos los que nos rodean... Son, esencialmente, sentimientos que pasan, se suceden,son erradicables, ni nos pertenecen ni les pertenecemos. Y no creo que precisemos en nuestra propia naturaleza el éxito o el fracaso, la ambición, la suerte o el odio. Para ser nosotros, (no sé si llamarlo felices o lo que se le parezca, diría más bien, equlibradamente estables) solo se precisa abandono y desasimiento de lo innecesario, éso es lo que el zen aconseja.
La llegada de todo sonámbulo a Mogador y sentir sus jardines secretos le lleva a aprender la esencia zen sin más estudio que su propia reflexión.