Sentirse dentro de algo/alguien, fundirse en la materia con la intensidad de quien desea resulta ser el abandono más perfecto de quien va en busca de su propia perfección interior. El zen ayuda a sentir este tipo de sensaciones, y éso permite cambiar el modo de observar la vida, la hace más suya, menos problemática con uno mismo, reduce todo a lo mínimo, a lo que de verdad importa...
El zen aconseja abandonar nuestras opiniones, ver y encontrar a través del conocimiento. Precisamente de ello habla ARS en un capítulo de Los jardines secretos de Mogador, de cuando observa a su amada durmiendo en la cama, de cuando una parte de su cuerpo le recuerda a la manzana de la que habla Henri Michaux cuando visitó Mogador.
Los sonámbulos son grandes observadores. Disfrutan viendo. Se acercan a esas unicidades que en nada son lo que parecen, que son lo que ellos sienten, como la manzana de Michaux y su deseo de estar en sus adentros, como el cuerpo de su amada, al que desea orgánicamente, conscientemente.
Para acceder al conocimiento se precisa primero tomar consciencia de nuestros sentimientos negativos, que son oscuridades que nos mantienen tensionados, falseando lo que nos rodea, confundiendo nuestros sentidos. Hemos de convencernos que tales sentimientos están sólo en nosotros, no en la realidad circundante: la pared con la que nos golpeamos no siente dolor, la tormenta que me acompañó ayer en mi regreso no se siente ofendida...Y aún más, tales sentimientos negativos no forman parte de nuestro yo verdadero, sino del yo social, ése que creen que somos los que nos rodean... Son, esencialmente, sentimientos que pasan, se suceden,son erradicables, ni nos pertenecen ni les pertenecemos. Y no creo que precisemos en nuestra propia naturaleza el éxito o el fracaso, la ambición, la suerte o el odio. Para ser nosotros, (no sé si llamarlo felices o lo que se le parezca, diría más bien, equlibradamente estables) solo se precisa abandono y desasimiento de lo innecesario, éso es lo que el zen aconseja.
La llegada de todo sonámbulo a Mogador y sentir sus jardines secretos le lleva a aprender la esencia zen sin más estudio que su propia reflexión.
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