Solamente ella subrayaba su ausencia, ahogada en la melancolía que añora el tiempo ausente, violado tan solo por la lejanía de una pronta aparición. Se la veía asomada a la ventana donde hoy sería inútil imaginarse a nadie en situación de espera, como si no existiera whatshap que conformase el silencio maldito de un abortado deseo.
Tan solo hay que regresar a Mogador para aceptar que las realidades siempre deben contar con ese soñador/soñadora que delira sueños posiblemente imposibles....o imposiblemente posibles... o posiblemente posibles...¡qué más da!. Caminar por sus calles y oir los susurros de ausentes terminales de imaginantes diálogos de asombros renueva a esa ciudad de voces que resuenan, con sus murallas que modulan sus palabras en un incesante canto de anhelos, de ansias marchitas.
A Mogador hay que llegar retrasándose, esperando siempre, sintiendo que eternamente se estará ausente para percibir los enhebrantes caminos que conduzcan a que dos cuerpos sientan la geometría sutil del dibujo que conforma lo opuesto al acúmulo, ese triste y lamentable modo de no tenerse nunca.
A Mogador hay que llegar retrasándose, esperando siempre, sintiendo que eternamente se estará ausente para percibir los enhebrantes caminos que conduzcan a que dos cuerpos sientan la geometría sutil del dibujo que conforma lo opuesto al acúmulo, ese triste y lamentable modo de no tenerse nunca.
Y que los sudores se mezclen
ResponderEliminarMogador debe ser un destino mágico por tanto como lo nombras en este blog. Si se acompaña de los pensamientos que escribes merecerá la pena acercarse.
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