lunes, 23 de noviembre de 2020

VOLVER


En cada una quería quedarse para siempre, pensar que cuando su tiempo fuera hipotecado  buscaría un huequecito allí para residir frente a ese espacio que le recordara un privilegio ambulante, o al menos regresar para perderse entre sus calles, ser un flaneur , como dicen los parisinos. Rimbaud decía cuando el deseo de un regreso afloraba en su interior que tan solo era un peatón, nada más. Y éso era lo que él pretendía, alguien que constantemente se asombrara de bellezas eternas pero marmóreas, silenciosas para otros y parlantes para él. A París fue a donde, precisamente quiso retornar, al barrio de Passey en donde orden, pragmatismo y serenidad se abrazaban, comer en Prunier, templo decó con su decoración intacta desde 1924, pedir cita para visitar la Maison de Verre, o dejarse aromatizar en la Place Furstenberg donde en primavera, sus cuatro árboles de pawlonia pintan aún el aire de violeta con una delicadeza similar a la que invadía al músico impresionista  Claude Debussy cuando al piano pintaba cuadros de París. Y gozar del barrio de Le Marais en donde se concitan diseño, moda y buen gusto entre sus calles, y que ocultan en el poco conocido para turistas despistados Petit Marais, galerías y anticuarios que son el disfrute de mentes que tan solo desean chiner hasta hallar aquello que no sabían que precisaban para seguir siendo hedonistas convencidos. Y siempre caminando despacio, para que el día se haga más largo, menos vulgar y ocioso, como nunca lo fue cuando sus dedos entrelazaban los de ella, oprimiendo suavemente al descubrir un refugio vanguardista como los existentes en Montparnasse, centro gravitatorio de la bohemia. 
El deseo también es el retorno, alguien diría alguna vez, imagino, desconociendo que con ello quisiera expresar que nuestra mente torna, siempre, constantemente, sin saberlo, a aquellos lugares en donde obtuvo momentos felices, eternos...imborrables.

2 comentarios:

  1. Alguien dijo una vez que hay que perderse en Paris para encontrarse de nuevo y eso es lo que me ocurre cuando vuelvo allí . Pasear despacio por Le Marais , respirar ese aire cosmopolita en la plaza más antigua de Paris y sentarse en uno de sus bancos simplemente para observar ... es un auténtico placer .

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  2. Y a eso se le llama...VIVIR.

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