viernes, 29 de mayo de 2020

DEJAD QUE MI ALMA SUSPIRE UNA VEZ...MÁS


Leí que en los tiempos idos, los hijos del sol y las hijas de la luna vivían juntos en el reino  de Dahomey. Y juntos vivieron, abrazándose, peleándose, hasta que los dioses los apartaron y condenaron a la lejanía. Desde entonces, los hijos del sol son peces en el mar y las hijas de la luna son estrellas en la noche. Las estrellas de mar no caen: desde el cielo viajan. Y en las aguas buscan a sus amantesamados perdidos, pidiendo que les desduden de quien le impide soñar por las noches, vivir en el día, sentir los viajes ya imposibles varados por el paso del tiempo inalcanzablemente  huído en las arenas de una Legzira cualquiera, mirando el gran azul junto al puente de piedra esculpido por el viento y por esos deseos que ya son pasado. 
Decía Federico que la luna siempre gira en el cielo sobre las tierras sin agua mientras el verano siembra rumores de tigre y llama; como hoy y como ayer, como en cualquier estación, se sienten que bajo nosotros, limo de voces perdidas, torres de canela y voces que susurran que existen alas para volar y no las  necesita: vuela sin ellas, acierta los laberintos sin ellas, abraza sin ellas, como un Galeano cualquiera.

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