La memoria, decía Paul Valery, es el cuerpo del pensamiento. El pensamiento no existe si no es expresado. Y es cierto, sin memoria todo es siempre un comienzo. Se es el que se es porque se alimenta de experiencias y de, posiblemente si existiera la palabra, imperiencias.
Los sonámbulos sienten la experiencia sin que en muchas ocasiones la hayan conocido. Una mirada, un aroma, un sonido, un sabor umami del que existen todavía tantos por descubrir...
Pero todo ello no sirve para mucho si no se comparte, si se desperdicia su conocimiento, si no se abre ese mangostán en el que viven algunos seres y que no deja ver ni sentir ni oler ni degustar sus magníficas sensaciones... únicas, aunque no sean las mismas si se prueba en Denpasar que en Madrid o Badajoz.