Que Mogador es la ciudad del deseo no escapa a nadie. Sin embargo, que incluso para seres tan primitivos como las langostas les sea conocido es una excepción, por el momento.
Cuenta ARS acerca de las bibliotecas mogadorianas y del deseo que emana de los libros, que hay algunos libros arrinconados en las sombras de las que brota un brillo muy significativo. Nadie se ha atrevido a abrirlos en dos siglos, desde la última plaga de langostas que azotó la ciudad comiéndose todo lo vivo. Cuentan que ellas, las langostas, atravesaron todo el Sahara sin alimentarse, sin poder alimentarse sino ellas mismas. Y fue Mogador la primera población que hallaron a su paso, sedientas y voraces, siendo su paraíso terrenal, su shangri-la.
Para ellas, según lo registra la Historia breve y portátil de las migraciones saharianas, Mogador fue y es la ciudad del deseo. Y es que un deseo puede ser ignoto por ignorado que existe hasta que el extremismo le llega por sorpresa, sea o no individuo. Más aún en él, obvio. Y es entonces cuando con el descubrimiento, el deseo, sea el que fuere, brota y salpica a todo lo que rodea. Le es nuevo por desconocido, inmaculado por recién alumbrado... ¡Que nadie me entristezca diciéndome que no conoce esa sensación...!
Tu blog es... sutilmente ... maravilloso.
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