miércoles, 22 de julio de 2020

SIEMPRE FEDERICO


Leo como un alumno deseoso de aprender a Federico. Le escucho contar que aquella noche corrió el mejor de los caminos, montado en potra de nácar, sin bridas y sin estribos. Y sucia de besos y arena se la llevó al río. Con el aire se batían las espadas de los lirios... Y acunándose en su ilusoria conversación imaginada deja el Sonámbulo su soledad entre los libros, sus obras sangrantes de aquellos 30s que nadie comprendía y hoy son tan predecibles...Abre la puerta el Sonámbulo a los oráculos y quema su alma con el fuego del salmista, como aquel que vio y escuchó a orillas del Ganges en una noche anaranjada inundada de aromas indescifrables, sonidos indefinibles. Todas las noches intenta apiñar inútilmente los residuos del día, distanciar inhumaciones de nacimientos y ofrendar conjuros de apremiantes clandestinos deseos por ser creados. 
Siente recuerdos gimientes emanados de desnudos cuerpos frágiles como la libre tierra, letras hechas de lágrimas inclasificables provenientes de roces de cuerpos que desvelaran vivir antologías poéticas y ser reos de sentimientos despertados de simulacros duermevelas. La seducción que la memoria adeuda a aquellos instantes no son amnesias involuntarias, son erosiones de una historia refugiada en un cuerpo cada vez más desgastado pero deseoso de miradas deseantes.

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