Y recordó aquella novela que tanto interés le causó cuando la leyó de joven, una historia de amor entre un hombre y una mujer en el escenario de un pueblecito portuorio del Caribe a lo largo de más de sesenta años y que aunque podría parecer un melodrama de amantes contrariados que al final vencen por la gracia del tiempo y la fuerza de sus propios sentimientos, suceden de forma tan bella dichos por el narrador, que se bate entre el mito y la leyenda.
Él refiere en uno de sus capítulos cómo le fue enseñando los secretos de la prosa amatoria enclavada en la poética del uso, de cómo ella debería saber emplear su cuerpo para su goce y el de su marido, sin que fuera pecaminoso ni sucio sino unificador y conversacional ("...ella sintió el soplo ardiente de un animal en carne viva, sin forma corporal, pero ansioso y enarbolado. Al contrario de lo que él imaginó, incluso al contrario de lo que ella misma hubiera imaginado, no retiró la mano, ni la dejó inerte donde él la puso, sino que se encomendó en cuerpo y alma a la Santísima Virgen, apretó los dientes por miedo de reírse de su propia locura y empezó a identificar con el tacto al enemigo encabritado, conociendo su tamaño, la fuerza de nsu vástago, la extensión de sus alas, asustada de su determinación pero compadecida de su soledad haciéndolo suyo con una curiosidad minuciosa que alguien menos experto que su esposo hubiera confundido por caricias. Él apeló a sus últimas fuerzas para resistir el vértigo del escrutinio mortal, hasta que ella lo soltó con una gracia infantil, como si lo hubiera tirado a la basura").
En estos tiempos de anarquía es cuando más salen a flote escenas sentidas y recordadas sin tenerlas predestinadas a ello, del mismo modo que no todo lo que sucede temprano ocurre pronto.
Me ha encantado, Sonámbulo. Creo reconocer la novela de Gabo pero he de asegurarme. Buscaré el libro... Saludos
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