Es impresionante el lenguaje de la imaginación, aquel que habla el idioma de lo escondido, de lo que el paladar de la amargura transmuta hasta hacerse mariposas. Cuenta ARS que Henri Michaux, el poeta de lo mínimo, visitó Mogador y compró una manzana, y esa noche en su hotel escribió lo siguiente que incluyó más tarde en su libro: Pongo una manzana sobre la mesa. Luego me meto en la manzana. ¡Qué maravillosa tranquilidad!.
Más tarde otro estudioso, Gaston Bachelard, filósofo, epistemólogo, poeta, físico, profesor y crítico literario francés, autor interesado por la historia de la ciencia moderna o contemporánea, y al mismo tiempo por la imaginación literaria, a la que dedicó una atención paralela lo analiza en un capítulo entero de su libro sobre la imaginación poética vinculada a la tierra y los deseos de intimidad. Lo compara con la sensación de Gustave Flaubert, uno de los mejores novelistas occidentales, conocido principalmente por su excelente novela Madame Bovary, y por su escrupulosa devoción a su arte y su estilo, cuyo mejor ejemplo fue su interminable búsqueda de le mot juste.
Más tarde otro estudioso, Gaston Bachelard, filósofo, epistemólogo, poeta, físico, profesor y crítico literario francés, autor interesado por la historia de la ciencia moderna o contemporánea, y al mismo tiempo por la imaginación literaria, a la que dedicó una atención paralela lo analiza en un capítulo entero de su libro sobre la imaginación poética vinculada a la tierra y los deseos de intimidad. Lo compara con la sensación de Gustave Flaubert, uno de los mejores novelistas occidentales, conocido principalmente por su excelente novela Madame Bovary, y por su escrupulosa devoción a su arte y su estilo, cuyo mejor ejemplo fue su interminable búsqueda de le mot juste.
Bachelard, como nos recuerda ARS, en el jardín del que habla Michaux en su estancia en Mogador, es más completo por ser más diminuto, porque cualquier espacio u objeto pequeño siempre es más grande y emocionante que uno inmenso. De allí la manzana y lo que para él representaba... Posiblemente sea comparable a que existen zonas del cuerpo de la amadaamante o del amadoamante que debido a su sensibilidad no dependen del tamaño sino de su manejo, de cómo se le trata, de la dulzura y el respeto con el que se le entrega la dedicación en su aplicación. Y no quiera decirse con ello que el exceso sea siempre lo idóneo sino que en ocasiones se transforme en insuficiencia si todos los sentidos no se encuentran en óptimo estado.
Lo mínimo, lo escueto, es siempre relacionado con la intensidad, y nunca la brevedad se agota en la duración si bien al contrario, por ello el Sonámbulo aísla su dedicación y aconseja vivir cada instante como fuera el último acotando su entusiasmo, haciéndolo vivo en cada pulsación, como Michaux, como quien les escribe...hoy y siempre.
También yo soy de la misma opinión, prefiero intensidad a frecuencia o extensión. En el ámbito de lo afectivo evidentemente el carpe diem debe prevalecer, y sobre todo lo que sucede interdos, tras ello la intensidad decrece. El contacto, los labios, lo mejor.
ResponderEliminarHasta el silencio mínimo es eróticamente intenso.
ResponderEliminar