lunes, 13 de noviembre de 2017

EL CIERZO TRAE SOLEDADES INEXPLICABLES


Canta Sabina que hay amores eternos que duran lo que dura un invierno. Y es posible que sea así, y también que esté equivocado, porque el alma desasosegante del humano no encuentra nunca la paz que busca, por mucho que se lo merezca o se deje la vida en ello, se desviva...
El amor no debe medirse por lo que dura sino por lo que proporciona, porque la más dura nostalgia que pueda existir es la que nos hable de lo no sucedido. Conocí a alguien que no admitía más que lo que podía tocar, besar, arañar, morder, oler... Cuando ya no quedaba más que el inerte espacio entre él y sus amores eternos no quería seguir en el mundo, languidecía con la resignación del condenado a la pena capital envuelto  con el formol de la no existencia, harto de ser como los personajes de Chejov, siempre entrando y saliendo...  Recuerdo que le dije que más vale aprender a vivir con algunos recuerdos imborrables que tratar de olvidarlos, que el destino puede que se equivoque siempre y que hay hechos tan presentes que no se pueden recordar, pero otros se recuerdan porque estaban en el lugar oportuno en el momento idóneo. Ésos son los imborrables, los que el parahipocampo nunca borrará para que el amadoaamante argumente y no dé solamente razones.
Es bueno ser siempre la excepción que confirma la regla... 

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