Me dijo que no era nada, un billete fuera de curso legal, la longitud de la tarde, dos lorazepanes con güisqui para evitar el miedo de seguir vivo. Sentía que la vida era un gato asustado y escribió en la oscuridad sus confidencias que darían sentido a lo invisible, a una melancólica Venecia con tumbas de desconocidos a punto de salir a la superficie, de tipos fotocopia de Marcel Duchamp, Tristan Tzara, Fernand Léger y otros de complicada comprensión en el pasado y hoy, posiblemente, actuales. Comenzó un verano en Helsinki alojado en cabañas que suscitaran ritmo a confesiones de urgencia para sentirsentirsentirsentir... Y una mañana, cuando la lluvia cedía sus lágrimas al mar mientras veía zarpar un buque de la Virge Line se interrogó si merecía ser la muerte la protagonista de su vida, el autoretrato de alguien o de algo. Y fue entonces cuando apareció el deseo, ese anticipo del cambio, esa frontera desdibujada frente a países que se desconocen todavía. Fue coincidiendo con un amanecer devorante de las imágenes poseídas que entonces le habitaban y le salían al paso para impedir respirar.
Le recomendé visitar Essaouira, Mogador para nosotros, cederse ante los horizontes ocres como las tonalidades de Vera (el pintor de la abstracción mental), de las esporádicas construcciones, camaleónicas, cededoras a los vientos, de los olorosos bosques de thuyas siempre resistentes y protectoras. Ahora es la contraseña que le conecta con la realidad, el acceso a una posibilidad que siempre estará presente, con o sin ausencia, como ese Sena que, como dice ARS, si no te ahoga cuando te llama, te ayuda definitivamente a vivir en el cambiante mapa cifrado de los deseos.
La vastedad del olvido ayuda a desviar el desvelo, a prodigar lo ilusionante por encima de cualquier obstáculo que se cierna sobre el sueño de quien aún ignora que es un Sonámbulo.
Posiblemente sea por un mecanismo de compensación , pero esperar algo es ya una forma de obtenerlo porque la ilusión es siempre más satisfactoria que la realidad .
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo contigo, Anónimo. En ocasiones, a esa espera hay que empujarla un poco, si se desea que se haga realidad, evidentemente. Me dijo alguien que esperar (en términos concretos relacionados con las sensaciones, con las ilusiones) era como la utopía. No lo creo. Utopía y distopía sí tienen mucho de similitud, ¿no crees?.
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