Me contó alguien que se perdió tanto que ni se enteró...
No es infrecuente. Aunque cuando sucede es el resultado de la sinrazón, ésa de la que canta hoy Omara Portuondo en mi reproductor de música elegida para momentos elegidos, como éste o como el de ayer, o como el que posiblemente venga mañana... O no. Da igual. De cualquier forma es una delicia escucharla mientras pienso en aquellos versos de Neruda:
¿Dónde está el niño que yo fui?,
¿está adentro de mí o se fue?.
¿Sabe que no le quise nunca
y que tampoco me quería?.
¿Por qué anduvimos tanto tiempo
creciendo para separarnos?.
¿Por qué morimos los dos
cuando mi infancia se murió?.
Y si el alma se me cayó.
¿por qué me sigue el esqueleto?
(Tomado de El Libro de las preguntas. Pablo Neruda e Isidro Ferrer. Edit. MediaVaca.)
Saber que uno autoexiste es ya un proceso importante para el humano. Saber que deja de autoexistir es, probablemente, lo más duro que puede sucederle. No obstante, algunos comentan que lo que más les asusta del mar está en la orilla, no entre las olas.
Y es que existen tantas ocasiones para mirarnos al espejo que ni notamos su presencia sin entender que quien nunca ha llorado no sabe lo que es reir de verdad.
Y es que existen tantas ocasiones para mirarnos al espejo que ni notamos su presencia sin entender que quien nunca ha llorado no sabe lo que es reir de verdad.
Omara sigue desgranando sus sentimientos, y canta que no dormir nunca es no estar jamás despierto...
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