Al igual que hizo ARS con su narración, cada uno puede construir sus propios jardines secretos, esas parcelas cuyos integrantes solo ven unos cuantos privilegiados, no aquellos ciegos desilusionantes o maltraductores de lo que allí se expone.
Me contaba alguien que hubo un tiempo en que tan solo veía una serie de ociosas tentativas vitales, una herencia interminable de un círculo que iba cerrándose, muriendo, oliendo a descomposición... En realidad estaba, sin saberlo, en stand by, haciendo antesala de momentos inesperados que desconocía podían hacerse realidad bajo un cielo sin límites. De pronto comenzó a desear belleza en las cosas minúsculas, en las no cosas, en su interior... Y aquel deseo se transformó lenta y pausadamente en la certeza de saber lo que luego supo podía tener. Su mente se vigorizó al ver mapas de territorios definídamente sin los límites que él se imponía: cuando ves los mapas no ves aire, cuando estás en el aire ya no hay mapas, le dijo el Sonámbulo. A ese tipo de jardines debe desearse llegar, a ese paraiso, el último de todos los jardines. Y que la sorpresa se adueñe de tí, porque si algo o alguien ya no te sorprende no es porque le conoces, es porque te importa menos.
Dijo Shu Shuemou que saber que no se sabe, es humildad. Pensar que uno sabe lo que no sabe, éso... es enfermedad. Y yo pregunto, ¿quién es tan inconsciente que busca enfermar conscientemente...?. ¿No será que a veces esperamos la llamada que no hacemos...?
Dijo Shu Shuemou que saber que no se sabe, es humildad. Pensar que uno sabe lo que no sabe, éso... es enfermedad. Y yo pregunto, ¿quién es tan inconsciente que busca enfermar conscientemente...?. ¿No será que a veces esperamos la llamada que no hacemos...?