Samarcanda, Tombuctú, Constantinopla... siempre han atraído al Sonámbulo. Principalmente por lo que enmarcaban en su sonido, en su rotundez fonética. Será que nunca le gustaron esos medios sonoros ruidos, como son los silencios imperfectos de la oscuridad de los ciegos. Se imaginó conociendo los lugares dueños de su temprano asombro. Pero la realidad le hizo desistir y apenas uno de ellos guarda decadentemente lo que un día fue... Y a él vuelve cuando puede en busca de ese momento detenido, ese silencio aprensivo que se guarda para no romper el equilibrio de los reencuentros, distintos y nunca fugaces, con el qué o el quién. Y cada vez la encuentra igual y distinta, como los cuerpos que cambian de peso según el momento elegido, forzado, llevado a, sentido como. Y es que las ciudades siempre son como el/la amado/a amante, con una memoria que mendiga no se le olvide, se le mantenga viva para continuar viviente.
Excelente.
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