Tal vez porque, como dice ARS en Nueve veces el asombro, quien lee los libros sobre Mogador, sus contenidos se siguen escribiendo como sonámbulos en su piel y en su carne, es que he orientado a tantos embriones de sonámbulos a irse allí, sentarse sobre las paredes rosadas de sus murallas, pasear por la Skala mientras se oyen gritar las ruidosas gaviotas, caminar por sus calles empedradas cuando cae la noche y los ojos de sus habitantes escudriñan al buscador viajero de su propio destino. Y posiblemente también porque necesitaban que alguien les jurara amor eterno regalándoles cocuyos, esos insectos que se intercambian los amantes y cuyo brillo sigue vivo una vez muere el insecto, y que cuando se secan los muelen y mezclan con aceite de argano hasta conseguir una pasta que los amantes se untan discretamente en los labios antes de besarse. Les llaman ellos "aceite de luz"... Y es en la oscuridad de la noche cuando es emocionante ver cómo el cuerpo amado brilla por donde pasaron antes nuestros labios.
Hay momentos en la vida que ésta, la vida, carece de sentido para el caminante, se encuentra confuso, no sabe quién es, no se entiende, no se ama... Y es entonces cuando ha de partir. Partir en toda su extensión, cortar, seccionar para abandonar lo hiriente, lo que le maneja mal. Es entonces momento de conocer Mogador para que su luz le transforme profundamente y le proporcione más agudeza en todos los sentidos.
P.D. Es recomendable leerse antes el quinteto de libros de Mogador de ARS, comprenderá todo mucho mejor, lo que le rodea y lo que porta en su interior sin saberlo.