miércoles, 20 de abril de 2011

SABER MIRAR, SABER VER.

Saben Los Sonámbulos que, como decía Rabelais, son heredederos de ellos mismos, cuando éste se refería a las calendas griegas. Son dueños de su destino y deben buscar su propia identidad partiendo de sus exclusivas experiencias: ser uno mismo. En los 60 se iba a India a encontrarse. No se contaba con la posibilidad de leer de aquellos parajes, verlos en TV o escribirse por internet con personas que viven en aquellas tierras o con otros que han vuelto tras viajes de "exploración". Hoy ya no es imprescindible, aunque sí muy recomendable, visitar aquel país tan hermoso y lleno de contrastes que remueven el interior mental de quien por allí se acerca. Conozco personas que aún sin saberlo, al cabo del tiempo han ido mutando su vida hacia lo que hoy son. Más aún, lo han transmitido a sus descendientes y rodeantes sin apercibirse de ello... Realmente, para el sonámbulo cualquier lugar es digno de ser descubierto, porque en todos está el misterio de quien está en este planeta para buscar... y encontrar. Porque siempre se encuentra si se sabe buscar, fuera o en el interior.

En ocasiones, el destino surge de una búsqueda, sí, se descubre, que no se elige...

Jassiba se descubrió en Mogador para unos ojos que no sabían que podían ver más allá de lo que otros veían...

domingo, 17 de abril de 2011

UN JARDIN SECRETO EN TUS OJOS

Un jardín secreto en tus ojos, o cómo él vivió una réplica de la abuela de Jassiba, la cazadora de orquídeas. Ambas, la nieta y la abuela eran como dos gotas de agua, una desnuda y vestida de tatuajes, la otra muy revestida y quedando desnuda en cuanto caminaba. Una gritaba abiertamente por sus ojos, la otra los escondía hasta el fondo de sí misma.


Su abuela también se llamaba Jassiba, y cuenta de ella que le sembró la rareza en su interior, haciéndola una fiel sombra de su personalidad. Por éso quería que la conociera el Sonámbulo, para que supiera que su dolor sería doble si se iba de su lado. Un día le enseñó una fotografía que era la fiel imagen de su Jassiba, la que conoció en un sueño y a la que no volvería nunca más a olvidar. Vivió entre Mogador y la ciudad minera de Álamos, en el desierto mejicano de Sonora, de donde era su abuelo. Pero también anidó en Granada, en las sinuosas laderas del Albaicín, en un carmen frente a La Alhambra.


Y sus pensamientos se fueron hacia aquella vida de experiencias viajeras, de sentimientos encontrados pero siempre guiados por la fuerza del deseo, como lo perseguía hoy su nieta adosándose en el interior de los sueños de su hombre, exigiéndole a crear jardines de la nada, en la nada, con nada, para los dos solamente, y mezclar naturaleza y esperanza, realidad y quimera, jardines a la medida de sus sentidos... Nunca nadie hubiera pensado en tal posibilidad. Intuía que la vida no tenía procedencia, que tan solo lleva hacia adelante, una y otra vez, a diferencia de la muerte que conduce fuera.


Y comprendió que todo aquello que dependiera de condiciones estaba vacío de realidad intrínseca, de realidad mental, la única que verdaderamente existe en el humano. Y se acordó de una cita de Thich Nhat Hahn:




Tómate tu té con lentitud y reverencia, como si fuera el eje alrededor del cual gira el mundo.


Lenta, tranquilamente, sin correr hasta el futuro.


Vive el momento actual, porque sólo


ese momento actual es la vida.

domingo, 10 de abril de 2011

EL PRIMER JARDÍN SECRETO DE MOGADOR.



Cuenta ARS que fue en una tiendecita de venta de jena en donde comenzó su búsqueda de los jardines secretos de la ciudad. La fachada estaba decorada con platos esmaltados de múltiples colores que reforzaban el sol cuando sobre ellos acometía su mirada. Y luego, en las cestas y bandejas colocadas fuera se colocaban olores, colores y formas acabadas todas ellas en cumbres donde los hombres y mujeres que por allí pasaban adquirían el clavo, el azafrán, el cardamomo, las hojas de los vientos, las flores de un día, las pimientas, el chile... Fue el primer jardín que descubrió y que otros hemos admirado por ser tan distintos a los que veíamos en nuestras tierras. La harina verde muy clara y espesa que las mujeres compraban midiendo sus deseos con una cuchara de plata que hundían en el polvo como oradando la sospecha de un buen augurio si la compraban. Aquel jardín de olores mezclados y vueltos a mezclar eran figuras vivas de ambiciones que escondían la promesa de paraisos por revelar, posibilidades ciertas que la muchos humanos desprecian por no ser guiados por otros. Cada uno de aquellos estímulos olfativos o visuales nos llevaría a un recuerdo, a un segundo que fue vida eterna y del que ya jamás se postergaría.

Volví a mirar la pared de la tiendecita, caminé unos pasos atrás y recabé de nuevo en aquellos platos de barro esmaltado, de geometrías posibles, colgados sobre una pared pintada también de dibujos etéreos, policromada también... Eran jardines sobre jardines, incitaciones a seguir con aquella búsqueda que ARS comenzó por deseo de Jassiba: deseos... los que todos los sonámbulos asumismos a diario.

La alegría de aquel descubrimiento me recordó una frase del maestro Pirsing: El único zen que encuentras en las cumbres de las montañas, es el zen que llevaste a ellas.

sábado, 2 de abril de 2011

A VUELTAS CON LOS TATUAJES...


Hablaba hace unas fechas de la importancia que tienen en Mogador las historias que cuentan los contadores de historias en la Plaza del Caracol, corazón cambiante de la ciudad. Y cuando alguien desea ampliar estos conocimientos se va a las bibliotecas mogadorianas, extensión mutante de lo escrito ancestralmente sobre la piel de las personas. Y es tal que, el papel de los libros es protegido por piel tatuada en la que se derramaron sentimientos en un pasado, porque cuando alguien se entinta interiormente la piel significa que su deseo insiste en permanecer.

Cuenta ARS acerca de sus libros, que son, realmente, jamsas, relatos amuletos que se disparan en cinco direcciones, alambicados siempre como sueños nunca completados, añado yo. Nunca serán morada de lo efímero sino estancia continuada mientras dure el deseo, el que fue, el que será, el que todavía no ha sido o el que no sabe que ha sido... Así son también los relatos mogadoreños, volátiles pero perpetuos a la vez.

Los sonámbulos somos portadores de tatuajes, invisibles los más. Solamente los vemos nosotros, por éso cuando nos reunimos hablamos de lo que verdaderamente sentimos que debemos hablar sin dañarnos. Los hay que contienen música y que al observarlos saltan notas que ciñen el momento en el que el dibujo o el signo se ensanchó y adelgazó más bruscamente. Me acuerdo sobremanera del sonido de Till Brönner en su Blue & eyed soul.