La memoria anidaba en él de forma ocasional aunque un tanto siniestra para atraerle aquellos comienzos de su vida sonámbula entre los que existía inmisericorde la primera mujer de la que se sintió atraído. Ella conocía adónde llevan las corrientes del viento, mientras él emprendía la ruta de saber que su cuerpo estaba moviéndose en el aire.
Aquel joven iniciado a los placeres de la pasión de una forma oculta y cándida, había almacenado secretamente los primeros impulsos de su fascinación tormentosa, y creía que liberando el enigma eximía también el ardor de sus excitaciones. Su error prontamente le arrebató aquella inocencia de principiante. Ella, sin embargo, le describió los colores de su pasado, sus conocimientos desde la experiencia física y de pensamiento, más éstos que los otros, instinto de su personalidad alimentada de cicatrices fruto de agradables confusiones que aligeraban el entusiasmo primero.
Su conocimiento se fue agrandando, descubriendo y despertando idiomas que tan solo se hablaban en las esquinas de la vida. Más tarde recordaría aquellas frases, aquellos movimientos insinuantes que marcarían el camino del placer ya en ningún instante pueril sino comprendido y aprehendido...
Dar a conocer el envolvente mensaje de que dos cuerpos se siamicen fue el mensaje que se impuso y al que continuó atrayendo hasta el fin de su vida. Temía que las ansias fueran ya fugaces y que ya no se cruzaran sonrisas, palabras y sobre todo, por encima de todo, deseos...